miércoles, 15 de septiembre de 2010

Vos vs. Yo

Solemos decir que la libertad de uno termina donde comienza la del otro. ¿Pero qué significa realmente esto? A mi entender, es solo una manera de extender o limitar nuestros actos hasta aquel “punto” dónde perjudican a un tercero.

Por otro lado cada acción que realizamos tiene una reacción asociada. Reacción que siempre impacta en otros individuos. A veces bien, muchas otras no tan bien. Desde lo más simple hasta lo más complejo. Con intención o sin intención. Es imposible mantener una consideración constante por los demás en cada cosa que hacemos, porque nos inhabilitaría de todo tipo de movimiento.

Entonces ¿hasta dónde si y hasta dónde no? ¿Cuál es verdaderamente ese punto de inflexión dónde debemos empezar a limitarnos? La verdad, no lo sé. Y mi intención en este ensayo no es tratar de responder a esa pregunta tampoco.

Mi reflexión para con este texto es simplemente describir las diferentes personalidades que podemos encontrar según la manera que tenemos de obrar, cuando un deseo personal se interpone con un deseo o frustración ajena. Algo así como una ayuda para detectar lo que a simple vista se distingue como egoístas o considerados.

La relación con el “otro” no tiene que ver, según mi parecer, con una fuerza de voluntad personal que nos premia socialmente cuando somos considerados y nos castiga al ser egoístas. Va mucho más allá de lo que “yo” como individuo puedo elegir. Seguro que todos tenemos la capacidad de decidir sobre nuestros actos, pero este tipo de decisiones no están tomadas por nuestra consciencia moral, sino más bien por nuestra capacidad para lidiar con la culpa.

Define: Culpa
• “Voluntaria omisión de diligencia en calcular las consecuencias posibles y previsibles del propio hecho”
• “Experiencia dolorosa que deriva de la sensación más o menos consciente de haber transgredido las normas éticas personales o sociales”

La culpa nos regula. Nos dicta cuándo sí y cuándo no. Pero no todos hemos nacido o nos hemos criado con culpa. Entonces, según este precario criterio acerca del grado de culpa que tenemos, podemos dividir a las personas como hedonistas o culposas.

Hedonistas

Definición: El hedonismo es la doctrina filosófica basada en la búsqueda del placer y la supresión del dolor como objetivo o razón de ser de la vida. Las dos escuelas clásicas del hedonismo son la escuela cirenaica y los epicúreos. En la Grecia antigua se formularon las primeras teorías sobre el placer: En la primera doctrina se plantea que los deseos personales se debían satisfacer de inmediato sin importar los intereses de los demás. Esta teoría fue expuesta por un grupo llamado los cirenaicos.

¿Qué características presentan? Los hedonistas se pueden manifestar de muchas maneras, pero todos reúnen ciertas características particulares. Principalmente aquellas que están relacionadas con la satisfacción de las necesidades básicas. El ejemplo más sencillo es el sueño. Un hedonista nunca posee problemas para dormirse. Tienen algo de sueño, tocan la cama y duermen. También puede llegar tarde casual o regularmente, no resisten la falta de hambre sin ponerse de mal humor, tienden a ser rutinarios, conservan un estado de ánimo equilibrado, son gastadores, etc.

A favor: Al cumplir con todas sus necesidades y deseos siempre están de buen humor. Discuten poco dado que les aburren las peleas, no pretenden cambiar a nadie simplemente toman a quien se adapta mejor a ellos (esta cualidad la mejoran con los años). No temen al rechazo y expresan con gran seguridad su manera de vivir, desconociendo la aceptación del otro. Viven una sexualidad plena, cómoda, desinhibida e inconsciente. Se gustan en todos los sentidos.

En contra: El compromiso más importante es con ellos mismos. El resto de las responsabilidades que asuman serán de carácter temporal y siempre y cuando no estén desalineadas con sus deseos. La mejor de las mentiras como la peor de las verdades estarán siempre en escena de acuerdo al beneficio que puedan obtener o perjuicio que deseen evitar.

Culposos

Definición: Si el hedonista basa su vida en la búsqueda del placer personal, la vida del culposo está orientada hacia el placer ajeno. Su deleite ocurre al complacer. El hábitat del culposo es la frustración. Aquella que ocurre por temor a no ser elegido o aceptado. Sus ojos miran hacia afuera, mientras que los ojos del hedonista miran hacia adentro.

¿Qué características presentan? Los culposos desatienden a sus necesidades para atender las ajenas.
- ¿Qué te gustaría comer?
- Lo que vos quieras…
Al momento de la interacción ignoran sus deseos. Están absolutamente ausentes. Aunque lo intentaran realmente, no lograrían percibirlos. El hedonista goza hasta que sufre. El culposo sufre hasta que goza. Es por eso que su estado de ánimo será mucho más inestable. Nunca hay paz en un culposo. Lo importante es que no hay características propias, sino más bien ajenas.

A favor: Se ocupan, cuidan, atienden. Son permeables y flexibles a los cambios. Fomentan la armonía, unen. Asumen y fortalecen compromisos. Se sacrifican sin importar las consecuencias. Característica que siempre que sea por una buena causa, añade valor en cualquier contexto.

En contra: Inseguros. Temen al rechazo constantemente. No se gustan. Carecen de libertad. Adictos al control. Se agotan más rápido. Acelerados. De concentración interrumpida. Sexualidad frustrante. En las mujeres dificultad en alcanzar el orgasmo, en los hombres disfunción eréctil. Ambos relacionados con la falta de conexión con el placer propio.

Sin más, creo que queda en evidencia que tanto un extremo como el otro resultan muy dañinos para aquellos que nos rodean o para uno mismo según el caso. Por este motivo, y retomando mis primeras líneas, busco dejar en claro que mi intención es dar una idea más amplia de quienes somos con el único objetivo de alcanzar un mejor equilibrio entre dos necesidades de las que no podemos escapar: disfrutar en compañía.

domingo, 11 de julio de 2010

Tipos de conquista

He tenido la sensación últimamente que el tipo de conquista que dio origen a una relación prácticamente determina la durabilidad del sentimiento del conquistado.

¿Qué quiero decir con esto? Básicamente que el cortejo y las primeras experiencias a las que se exponga la persona que deseamos dictará sentencia del tiempo que lo tendrás enamorado.

De esta forma llego a la primera conclusión: Hay conquistas de una noche, hay conquistas de unos días, hay conquistas de unos meses/años y hay conquistas eternas.

Una conquista de una noche, puede llegar a ser desde la mejor erótica y seductora línea de Johnny Deep en Don Juan de Marco, hasta el vil ataque de una presa netamente alcoholizada. No hay mucho que decir de esto, dura lo mismo que el efecto de cualquier narcótico.

Las conquistas de unos días son un error. Debería haber sido una conquista de una noche pero por diversos motivos, no lo fueron. Por ejemplo cuando el conquistador habla o expresa de más por temor o inexperiencia. El clásico chamuyero que vende todo para desaparecer al día siguiente. La víctima queda hechizada por unos días creyendo que recibirá alguna señal al otro día, que finalmente nunca ocurre.

Otro ejemplo de conquista por unos días es cuándo aún no estamos seguros de la otra persona. Hay dudas. Entonces mantenemos la conquista saliendo un par de veces más hasta encontrar la conclusión inevitable u otra persona a quien conquistar.

Pero ojo, el confundido no siempre será el cazador, sino que muchas veces la confundida también puede ser la presa. En la búsqueda de olvidar de un viejo amor, o capaz por falta de evidencia, la presa (confundida), accede a compartir nuevos momentos con la intención de alcanzar un veredicto unánime.

Después están las famosas conquistas que duran un tiempo relativamente aceptable. Aquellos que finalmente se configuran en relaciones estables y sólidas. Aquí el sentimiento perdurará siempre que haya reciprocidad y simultaneidad de objetivos a lo largo del tiempo. Las mutaciones que sufran los involucrados, deberán mantenerse alineadas ya que sino alguno de ellos comenzará a ser susceptible de otro cazador. Entonces en este caso, la conquista tiene que ser constante y dinámica para poder transformarse acorde a los distintos cambios que atravesamos en la vida. Esta es la conquista que yo considero más justa, ya que premia al conquistador condicionalmente.

Y por última la que más me gusta. O capaz, con la que más me divierto: La conquista eterna. Aquella que hipnotiza a la presa para siempre. En este tipo de conquistas la variable tiempo, reciprocidad, deseo o frustración no importan. Ya que el trabajo pareciera que fue tan bien hecho, que la víctima no podrá escapar nunca más a la pócima de su hechicero. Es una suerte de admiración incondicional inagotable.

Aquí la explicación no es tan sencilla. En una primera observación pareciera que el hechicero tiene la mejor fórmula de todas. Como si estas personas que padecen haber sido conquistadas eternamente es porque encontraron a uno de los pocos seres más especiales que existen. Una especie de grupo segmentado de personas que cumplen con los requisitos más interesantes o apasionantes que un individuo puede reunir para observación de otro. Y en parte diría que es verdad. No somos todos iguales, y depende cuales son nuestros focos de interés, puede que nos crucemos con uno de los “mejores” en aquel campo, desvalorizando sin querer a todos los demás.

Este puede ser desde el acto más simple como el mejor abrazo, el mejor beso, la mejor piel hasta el más inteligente, creativo, aventurero, atractivo, sexy, seductor, etc.

Sin embargo, las conquistaste eternas no solo están determinadas por el conquistador. Hay una predisposición que no todas las personas presentan que es la capacidad de amar incondicionalmente a alguien. No hay conquista eterna sin un fiel devoto. Los que “comulgan” de vez en cuando jamás podrán ser víctimas de una conquista para siempre.

Un fiel devoto es una persona que dentro de su personalidad observa signos de idealismo. Que gran parte de lo que la mayoría necesita recibir a través de lo corpóreo, ellos lo pueden recibir en su imaginación o mejor dicho, en su mente. Son como autónomos de alguna manera, ya que no necesitan recibir de otros, se pueden autocompensar a través de los sueños.

Por eso hable de lo justo. Lo justo en una conquista de unos meses / años es que cuando el cortejo desaparece o cuando lo que me interesa se modifica, el amor vuelve a exigir. La reciprocidad, lo que doy por lo que recibo, es una variable determinante. También lo podemos ver como lo que me interesa vs. lo que me presentan.

Otra característica de los eternos enamorados es que suelen ser menos propensos a los cambios. Son relativamente siempre iguales impidiéndoles migrar hacia nuevos intereses y en consecuencia, nuevas personas.

Esto se debe principalmente a que no suelen alcanzar nunca lo que desean. Quedar siempre en el camino evita la posibilidad de un nuevo desafío. Superar no siempre significa alcanzar el éxito, en muchísimos casos significa resignar. Dado que es una evidencia de la vida que no podemos tener todo, saber entender cuándo aplicar la frase “esto no puede ser aquí, así y ahora” es la diferencia entre la liberarnos o esclavizarnos para siempre.

Como conclusión me gustaría dejar dos ideas. Una para el conquistador y otra para el conquistado.

Al conquistador le podría decir que indistintamente de cuál sea su presa, debería mantener dos condiciones importantes a lo largo del tiempo. La primera es que nunca asuma una conquista eterna ya que no hay nada menos estimulante que no haya necesidad de esfuerzo y riesgo para obtener algo que deseamos. Y la segunda es que jamás quede (o se muestre) del todo conquistado, así podrás preservar este apasionante rol por siempre.

Y al conquistado le diría que jamás pierda la claridad de lo que desea hoy tanto para “adentro” como para “afuera”. Esta es la única garantía para deleitar el placer de ser cortejados.

miércoles, 23 de junio de 2010

Capítulo XI: Mi última sesión

- Sol, tomé una decisión. Quiero dejar terapia. Creo que la ayuda que necesito no puede venir de un terapeuta. Lo que me hace bien es relacionarme con personas afines a mí. Cambié en este último tiempo. La soledad que en algún momento sentí se debe, principalmente, a que el proceso de cambio lo atravesé solo. Mejor dicho, muy poco acompañado.
- Como a vos te parezca Ale. Este espacio está abierto a vos, cuando lo creas necesario.
- Igual escuchame, que tengo más para decirte.
- …

- Conocerte a vos me hizo mucho bien. Pero tu aporte psicológico fue el menos relevante. Tu perspectiva analítica me suma significativamente, pero la paz interior que encuentro tiene más que ver con otra cosa. Venir a cada sesión es venir a dialogar con alguien que habla mi lenguaje. Me explota y me desafía. Me interesa escucharte y me interesa contarte. Vos dirás: “todos los pacientes…” pero vos has estado dejando de ser mi analista poco a poco y tu aporte prevalece. Yo no necesito apoyo, yo necesito un compañero como vos, o compañera en este caso.

Mis amigos, la mayoría de ellos, van en otro rumbo. Mi familia me escucha pero lejos está de entenderme. Tampoco es lo que pretendo, ellos han vivido su historia y esta es la mía… treinta años después.

Necesito rodearme de gente abierta, gente que se pregunte, al menos una vez cada tanto, por qué hace lo que hace. Que me venda pasionalmente sus treinta y algo como vendían sus veinte. La mayoría de las personas están como adormecidas. Pero me aburrí de criticar, no quiero seguir en ese rumbo. Si tengo que reciclar todos mis vínculos, así lo haré. Y en este nuevo capítulo de mi vida, quiero que estés vos. De la manera que sea y como sea. Se que tu mundo es complicado pero no pretendo nada que no puedas darme.

Mi oferta es simple, salir de acá y recomenzar por otro lado. Tomala o dejala. Confío en tu criterio y sabrás que es lo mejor para los dos.

- ¡Qué discurso te mandaste! Se me hace algo difícil darte una respuesta. Creo que en parte tenes razón. Sos una persona con la que es interesante conversar, no te lo voy a negar. Pero mi situación es complicada Ale, de verdad. Y por más que en este espacio puedas compartir conmigo una hora sin interrupciones, no creo que esto sea posible en cualquier otro contexto. Al menos no por ahora. Conozco un gran filósofo que suele decir “No es quién, es cuándo”… y este no es mi cuando Ale.
- Me apena escucharte, pero creo que es verdad. No creo que estemos muy lejos tampoco, pero entrometerme en tu hoy, capaz implica desaprovechar mi mañana. Quiero ser inteligente y conservarte de la forma en la que te he formado en mi cabeza. Y a la vez, quiero que vos hagas lo mismo conmigo. Forzar la situación, en un momento inoportuno, descuenta chances. Chances que ya de por sí son limitadas.

Sin desearte ningún mal, espero reencontrarte en un mejor “cuándo”. Que mientras nos mantenemos atentos, se detecta con el más mínimo gesto.

jueves, 10 de junio de 2010

Capítulo X: Inversamente proporcionales

- Te noto colgada. Me parece que aún no aterrizaste.
- Es verdad, perdoname. ¿Qué me decías?
- ¿Por qué no me contás cómo te fue?
- Después te contaré, lo que pasa es que aún tengo el sueño cambiado y no estuve descansando bien estos días.

- El sueño baja las defensas y si aún no estás del todo metida en tu rol de analista, ¡es un día para atacarte! Dejá de ocultar la sonrisa…
- Me hacés reír. Muy bien Doc. ¿Quiere tomar mi sillón también? Mirá que estoy sin filtros Ale.
- ¡Mejor! Un rechazo directo sería mucho más interesante que otro zarandeo de cintura cortés y evasivo.
- Siempre expectante de sensaciones intensas y movilizadoras… Bueno, ¿empezamos?
- En realidad tengo algo interesante para contarte. Una teoría que aún no puedo terminar de cerrar solo. La retengo esperando cruzar un par de ideas con vos.
- ¿Teoría? A ver…. explicame.
- Para simplificártelo en una línea la idea sería más o menos así: “El enamoramiento es inversamente proporcional a las similitudes que existen entre dos personas”. O sea que, cuanto más parecidos somos, menos nos gustamos.
- Las diferencias atraen, ¿no dicen?
- Sí, pero cuando uno exclama lo que busca, en general solemos manifestar puntos en común. Las diferencias las encontramos casi por casualidad en la búsqueda de alguien como nosotros: “A los dos nos gusta el deporte, a los dos nos gusta la nieve, a los dos nos gusta pasar los fines de semana en familia, somos del mismo barrio, es profesional igual que yo, tiene una buena familia como yo, queremos y buscamos las mismas cosas”, etcétera, etcétera.
- ¿Entonces?
- Justamente, todas esas similitudes, según mi teoría, destruyen el poder de la atracción o enamoramiento entre dos personas.
- Me parece que estás equivocado. En realidad la elección de objeto de amor es diverso de acuerdo a la personalidad de cada uno, hay quienes basan su elección a la manera de uno y quienes buscan el complemento, la diferencia, no necesariamente el opuesto, pero sí lo diverso. En este lado te ubicás vos, pero es una teoría que aplica a un grupo de personalidades, no a todos. ¿Realmente crees que encontrar vínculos de pertenencia nunca atrae?
- Sí atrae, pero de una manera más asexuada. Y aquí continúa mi teoría: “A mayor similitud entre dos personas, mayores son las ganas de ser amigos, de compartir casi todo menos una cama”.
- Ya veo por dónde vas…
- Las relaciones más intensas siempre están llenas de caos. Son tantas las diferencias que no duran, pero a la vez, enloquecen. Y en el otro extremo están las relaciones perfectas, esa compañera ideal que tiene todo igual a mí, pero que no me mueve un pelo y nunca me lo va a mover. Algunos, de más grandes, ceden ante esa persona fiel y constante, forman una linda familia llena de armonía y longevidad, pero carente de pasión y locura. Son relaciones seis puntos, que sirven para perdurar.
- Ok, veamos las dos series que formulas:
1. Diferencia=Intensidad=caos=locura= fugacidad=pasión
2. Igualdad=Armonía=constancia=tiempo=sin pasión
Esto lo planteás de manera rígida, ¿por qué no pensar que una relación longeva sea caótica y pasional, o que una relación fugaz devenga en constante armonía? ¡Las relaciones tienen múltiples combinaciones, Ale! Qué triste que veas de esa forma unívoca a las parejas largas…
- Sin ánimo de poner un juicio de valor, estás asumiendo que la falta de pasión es, de alguna manera, negativo y yo estoy siendo meramente descriptivo. Son ecuaciones personales donde resignamos algunas cosas en pro de otras. ¿A qué voy con esto? Las diferencias extremas excitan pero duran poco, las parejas tipo “mejores amigos” duran toda la vida. La cagada es que no salen del misionero, con suerte, la comida, el DVD y a dormir. Cada uno elige qué prefiere, pero lo que sí es seguro es que no podés tener ambas…
- ¿Y no hay otra opción?
- Sí la hay… creo. Sería un poco así: Las personas “apuestan” en el amor muy parecido a cómo apuestan al Blackjack en el casino.
- ¿Cómo es eso?
- En el Blackjack vos vas pidiendo cartas con la intención de sumar 21 puntos. Si te pasás, perdés. Tu oponente es la banca, el casino. La diferencia es que la banca tiene un solo criterio para jugar. A partir de 17 puntos deja de pedir cartas, mientras la suma quede por debajo seguirá pidiendo. Entonces, la virtud del juego está en saber cuándo dejar de pedir cartas. Cuanto más te aproximas al 21, más riesgo corres de pasarte y quedar afuera. Bueno creo que la vida se trata un poco de eso, de cuándo dejar de pedir cartas. Cuándo dejar de arriesgar en pro de buscar el máximo beneficio. Creo que llega un momento en la vida, cuando el que no alcanzó el “21” comienza a resignar más abajo. El tiempo desgasta sin conquistas. Y cuando hablo de resignar, hablo de todos los aspectos de la vida que nos aportan mayor felicidad. Entre ellos el enamoramiento pleno.
- ¿Y vale la pena perder casi todas las manos sólo por esperar un 21? Si lo ponés en términos de tiempo, es probable que en una noche te toque una sola mano como esa o ninguna. Capaz otra conducta, te permita llevar un juego más “interactivo” dónde ganes algunas manos y pierdas otras. Entiendo que tener convicción en lo que hacés es la única manera de seguir haciéndolo. Simplemente me interesa saber si sos consciente de que lo que embargás todos los días buscando tu “ser ideal” es tu tiempo. Tiempo que, mientras no encuentres lo que busques, padecerás solo.
- Tenés razón. Al final, paso mucho o demasiado tiempo solo. Y millones de veces me pregunto si vale la pena seguir relegando compartir mi vida con alguien por continuar de guardia.
- ¿Y?
- Y creo que la solución tiene que ver con reconfigurar quién es este ser ideal en mi vida.
- ¿En qué sentido?
- Entender que si quiero pasión deberé resignar ciertas cosas que en algún momento pensé que podían ocurrir todas en la misma persona.
- ¿Por ejemplo?
- Si sólo puedo morir de amor por alguien que siempre será muy pero muy distinto a mí (porque esta es la condición), deberé resignar el compartir muchos aspectos de mi vida que sí tienen que ver conmigo, solamente por sentir la mejor mirada a los ojos en la plenitud de las debilidades. Y para lo demás…
- …
- En definitiva, para todo o casi todo lo demás, estarán los amigos.
- ¿Y vos crees que podrías?
- Lo primero que pensé cuando se me ocurrió esto, es que si amaba a mi ex y me separé enamorado con la idea de que podría volver enamorarme de alguien más parecido a mí, me equivoqué rotundamente. Todo lo que no me bancaba de ella es lo que de alguna manera me enamora día a día.
- ¿Te enamora? Estás hablando en presente…lindo fallido…
- No es fallido, es real. Lo que tiene de bueno, interesante o atractivo una persona, no lo pierde. Sigue ejerciendo presión. A lo sumo, lo contrastamos con otras cosas y no elegimos el combo. Pero sigue y seguirá habiendo cosas increíbles y otras no tan interesantes. A menos que hayas formado una idea de alguien y después acabara resultando ser otra cosa. Pero no es mi caso.
- Está bien, está bien, no te defiendas, continua que era un chiste…
- Tus chistes o ironías son siempre palos en el subtítulo… Sigo. Lo que quiero decir es que si finalmente ella me cambiaba a mí o yo a ella hubiéramos atentado radicalmente contra el intenso enamoramiento que teníamos. El enamoramiento, como la atracción, está basado en el complemento. Yo gasto, ella ahorra. Yo celo, ella es celada, yo quiero salir, ella se quiere quedar, yo quiero perro, ella no quiere animales, yo soy feo, ella es linda, etcétera. La gente se separa por una falsa expectativa: la de que enamorarse es un placer. Y al contrario, estar enamorado es un padecimiento constante en el que dos personas totalmente distintas luchan entre ellas para que se forme un individuo más perfecto.
- Un poco y un poco. A ver, que hay confusión generalizada respecto de lo que debería ser el amor y lo que verdaderamente resulta ser, seguro, pero ¿por qué enamorarse y formar una pareja implicaría convertirse en uno, igualarse, amoldarse al otro? ¡El amor está lejos de eso! En la riqueza de la diferencia radica el amor, en el plus que genera el ser más que la suma de un conjunto heterogéneo, ¡pero siempre se trata de dos! Cuando intentan ser uno, perdieron.
Un gran error comienza cuando el ser diferente se convierte en una amenaza para el otro. ¡Estar enamorado no es un placer, pero tampoco un padecimiento! El amor es un esfuerzo por parte de ambos por nutrirse de la diferencia. Ojo que hablé de nutrición y no de consumo o alimento. Porque eso sucede con muchas parejas que inevitablemente ponen fecha de vencimiento al poco tiempo de iniciada la relación. El consumo es ese absorber del otro de modo tal que uno de los dos queda vacío. Se puede consumir tiempo, energía, espacios, etcétera. Distinta es la alimentación que se reduce a la absoluta necesidad biológica; pero en la nutrición se da un conjunto de cosas: no solo uno se nutre por una necesidad, sino que además el nutrirse sirve y construye, propicia el crecimiento sin consumir al otro, sin vaciarlo, sino que tiene el plus de la retroalimentación. ¿Entendés a lo que voy?
- Te entiendo, igual quisimos decir lo mismo. Cuando hablé de un individuo más completo, lo hacía desde una observación ajena, desde afuera. Siguen siendo ambos los que se nutren con sus diferencias. Al margen… muy romántica tu apreciación y a la vez, muy personal. ¡Me gustó!
- ¿Y cómo llegaste a esta conclusión?
- Reflexionando acerca de las mujeres que más me han gustado en mi vida, me di cuenta que eran las más distintas a mí. Con las que no tenía nada en común. Estoy exagerando un poco…
- ¿Qué te gustaba tanto?
- Tienen lo que yo no tengo. Virtudes que admiro y de las que, a la vez, carezco. En cambio, cuando encuentro mis virtudes en otra persona me atrae como amigo. El mejor ejemplo de esto son ustedes, las mujeres.
- ¿Por?
- Porque siempre tienen ese amigo perfecto con el que comparten todo y les cuentan todas sus confidencias. Con el que tienen todo en común pero no les calienta ni un poco. En general, les suele atraer ese forro que siempre las hace mierda. Hasta que un día se cansan de llorar, se casan con su amigo y el amor lo guardan en la memoria hasta que Facebook o el Messenger se encarguen de revivírtelo.
-Ahora estás planteando un cliché patético. Estás hablando despectivamente y sin fundamento.
Las mujeres solemos tener a ese amigo perfecto con el que compartimos todo, sí, y que no nos mueve un pelo, claro, porque si no, no sería nuestro “amigo perfecto”, pero casarnos con ese amigo y “guardar el amor en la memoria”, está muy lejos de lo que acontece. Más posible es que aparezca otro hombre que nos haga sufrir y nos arroje nuevamente al hombro de nuestro amigo incondicional mientras la gente cercana comenta “pero qué tonta, pensar que se llevarían tan bien estos dos, pero ella se empecina en buscar hombres que la hagan sufrir…” Si hay algo que una mujer no está dispuesta a resignar, es el amor…
- Otra vez… muy romántica. Me gusta esta Sol que opina un poco más desde lo personal. Veo que fue un buen viaje… muy inspirador.
- Ale, es la hora. Creo que le falta una conclusión a esto. Lo vemos la semana que viene. Si es que aún te sigue importando este tema. Con vos nunca se sabe.

jueves, 6 de mayo de 2010

Capítulo IX: Antes del amanecer

Sol, te extraño. ¿Justo ahora tenías que viajar? ¡La puta madre! Se que me estaba acercando y que, en un par de semanas más, algo hubiera pasado. Pero tres semanas lejos destruyen todo. Si estaba medio mal con su pareja es el mejor momento para reconstruirse. Lejos de todo, los viajes siempre unen. El cambio de aire, de hábitos, todas cosas copadas, imposible llevarte mal, aunque quieras… gran ficción. Si hay algo que te salva de las peores crisis es recordar los mejores momentos juntos. Y esos, en general, ocurren en los viajes…

No me la puedo sacar de la cabeza. Es muy inteligente, me lee como nadie. ¿Por qué siempre con minas en pareja? Hay tantas minas buscando un compañero y yo siempre caigo en el lugar del que seguro salgo lastimado. ¿Serán excusas para seguir solo? ¿Cuánto tiempo más vas a seguir acostado en esta cama, mirando siempre por la misma ventana desde hace 7 años, durmiéndote con el otro lado vacío, creyendo que estás esperando a alguien que nunca aparece? ¿De dónde carajo seguís sacando expectativas de encontrar a una persona que te retenga después de haber conocido tantas minas? No aflojás hijo de puta. No tenés idea de lo que querés. Esa es la verdad, y cuanto más tiempo pasa, más te acostumbras.

Tus amores son sólo sueños. No son reales. Las pocas veces que se volvieron reales, te diste cuenta que, al final, eran más especiales antes de conocerlas. Y tengo que dejar de comparar todo con ella. Ella fue cuando eras un pendejo. No puedo seguir comparando. Quiero destruir esta fortaleza a ver si dejo penetrarme por alguien cercano, especial y, principalmente, posible.

Aunque con la pendeja estaba hasta las manos. Hacía tiempo que no estaba así. ¡Qué gaste me comí! ¡Y cómo lo disfrute! Lástima que duró tan poco. Estaba de novia, como todas. ¿Qué riesgo corría en decirle a alguien “te amo” si en definitiva todo estaba por terminar? No hay compromiso en amar a quien no te ama. Es mucho más fácil. Vivir siempre en una leve frustración tiene mucho menos riesgo que jugársela con alguien, emprender algo juntos y, tiempo después, darse cuenta que la cosa no funciona y tener que padecer un zarpado duelo. Y aunque hubiera dejado al novio, era una pendeja. ¿Cuál era la peor presión que podrías correr? ¿Presentarte a sus padres? ¿Hacer algún que otro programa juntos? Comparado con la convivencia, el matrimonio y los hijos, sentarme a comer con sus viejos o conocer a sus amigos era como ir a Disney. No arriesgás nada, ¡Sos un cagón! Capaz tiene razón y sólo me estoy protegiendo. Tengo que tener todo controlado siempre.

¿Pero de qué? ¿Justo ahora se tenía que ir de viaje esta forra? No quiero que le vaya mal, pero una vez más quiero ver de qué se trata esta curiosidad. ¿Tendrá algo distinto, o es otra conquista con alguien que me la complicó un poco más? Ya no se…

Lo que sí se, es que no me puedo dormir. Ya cambié de posición diez veces, me cansé. Fue, mejor enciendo la compu…

martes, 20 de abril de 2010

Capítulo VIII: Las leyes de la reflexión

- Hola Tere.
- Sol, ¡qué cara!
- Sí, no estoy en mi mejor día.
- Raro en vos, me extraña. ¿A qué se debe?
- Tomar la decisión me está matando.

- ¿Pero estás decidida ya?
- No. Aunque no encuentro otra salida. Además, lo estoy empezando a ver con más frecuencia, otra vez.
- ¿Te pasa a visitar por el consultorio?
- Sí. Me está haciendo el mismo juego que al principio, y yo estoy cayendo de nuevo.
- ¿Volvió a pasar algo?
- No. Ni va a pasar. No voy a cometer dos veces el mismo error. Si decido hacer algo, será después de resolver las cosas.
- ¿Qué está pasando esta vez? Lo charlamos como un tema terminado.
- Se que no va, pero me doy cuenta en mis actitudes que aún me puede. Por ejemplo, el otro día volví al consultorio a escribir la tesis del postgrado que te comenté, que sabes que tengo colgada hace meses, y bastó con un toque de timbre, para que cuelgue todo y me vaya a comer algo con él. Sabés como soy con mis cosas, yo se como soy con mis cosas, y aunque me haga la boluda, me trate de convencer de que es manejable, me diga que ya lo pude ubicar en otro plano, la verdad es que me encuentro haciendo lo mismo que hacía antes, hasta que….
- Sol, seguís cometiendo el mismo error. No querés que sea él, preferís a uno sobre el otro de manera racional, no emocional, y ese es un error. Debe haber congruencia, y si no la hay, que suele pasar, tenés que ser consciente para aceptar lo que perdés en virtud de lo que ganás. El problema es que vos querés convencerte en lugar de resignar. La verdad te duele, te pesa y querés ajustarla. Preferís acomodar la verdad a tu vida, en lugar de acomodarte vos a la verdad.
- Lo se. Y también se que no hay futuro juntos. Es sólo un enganche. Ya lo hablamos. Es todo lo que mi marido no es. Voy a terminar chocándome contra el otro extremo de la pared. Pero mientras existe, Daniel queda en segundo plano. El se da cuenta, pero no sabe como remontarla. Me está agotando con esos manotazos de ahogado. Le contesto mal o le pongo caras que no se merece, delante de los chicos, probablemente producto de que estoy en el lugar equivocado y capaz hasta con la persona equivocada. Por eso no doy más, porque lo veo inminente y me tortura lo que estoy por causar.
- Me parece que acá hay dos cosas: por un lado el peso que tiene la decisión que estés por tomar, sobre todo por la cantidad de años que llevan juntos, y por el otro, la visión trágica que tenés sobre el otro. Estás por tomar una decisión que, en apariencia, no tiene un buen horizonte delante y, sin embargo, la tomás igual. Eso significa que, de alguna manera, sabés que es lo mejor. O al menos lo intuís. Que no sea el segundo, no significa que sea el primero. Creo que eso es lo que estás empezando a aceptar, y es muy bueno.
- Te juro que no doy más…
- Tranquila, estas cosas no son fáciles. Pensá cómo estabas antes y cómo estás ahora.
- Ya se, pero no tengo la misma fuerza que antes. Además, explicame: ¿cómo hago para decirle esto a Mati y a Caro? Me rompe el alma lastimarlos. De todos modos, aún no estoy segura. Por momentos ni yo me creo que pueda llegar a toma una decisión así. ¿Será porque ya me acobardé una vez?
- Seguramente. Pero me parece que antes menospreciabas más algunas decisiones o algunos sentimientos. O mejor dicho, tu omnipotencia no encontraba sus límites. Hoy las decisiones están pasando por un plano mucho más terrenal, o real.
- Ponele.
- “Ponele, ponele”… Siempre con esa respuesta. No cambiás más. Te veo más aliviada ahora... ¿Te sentís mejor?
- Sí. Gracias. ¿Te cuento una? Además de todo este mambo, ¿te dije que tengo un paciente en el que, a veces, pienso?
- ¡¿Cómo es eso?!
- Un pendejo arrogante que viene en plan de conquista…
- ¿Abiertamente?
- Sí, no tiene problema alguno. Es más, en la última sesión, me pidió que lo derive para invitarme a salir.
- ¿Cómo? Nunca mencionaste nada…
- Seee, es divertido. Es que no es nada relevante en realidad.
- Sí, veo… ¿Y por qué no aceptás?
- Tere, ¿más líos querés que me agregue? Además, es mi paciente, no lo estaría ayudando si hiciera eso… No se, tengo miedo de salirme de mi función. Me divierte, me hace reír pero en eso me corre de mi rol.
- ¿Cuál es su demanda de análisis? ¿Qué creés que está buscando?
- A ver, voy por orden, primero me vio en una fiesta, averiguó mis datos y se vino a hacer atender conmigo para levantarme. ¿Podés creer?
- ¿Y por qué me dijiste que te deja pensando?
- Creo que es un provocador… Se muestra armado y omnipotente. Tiene una respuesta para todo, siempre, y se me hace difícil acceder a su inconsciente, encontrar una fisura en su defensa. Mis intervenciones apuntan a vulnerarlo pero está muy resistente y su objetivo no se ha movido. Cuando vino por primera vez, supe que no estaba dispuesto a involucrarse en un análisis. Al poco tiempo lo acorralé y le dije que el tratamiento no avanzaría si él no cedía en su postura. Dejó de venir por unos meses y luego retomó, advirtiéndome que su objetivo inicial había sido levantarme pero que ahora estaba listo para comenzar una terapia. Mi error fue considerar que su verdad no tenía máscara. ¡A veces creo que me falta tanto por aprender en esta profesión, Tere! Y acá estoy ahora, con un paciente que me invita a salir y de quién me descubro hablando y pensando. Creo que mi propia omnipotencia…
- ¿Cómo?
-Ilusión de omnipotencia, claro, no pongas esa cara, ya se, siempre es una ilusión… ese es mi gran punto ciego, Tere. Su defensa es creerse seguro y absoluto en cuanta decisión tome u objetivo emprenda. Y mi error es considerar que puedo manejar la situación y salir airosa sin quedar involucrada en el intento. Los dos estamos obnubilados y me cuesta idear estrategias de intervención… ¿Cómo trabajo con mi paciente aquello de lo cual yo también padezco? Tengo miedo de ser negligente, pero también pienso que yo estoy todos los días sentada en ese sillón, en mi consultorio, promoviéndoles a mis pacientes que se hagan cargo de sus deseos, que se separen de la alienación mortificante que los une –¡los encadena!- al otro, que descubran que el vínculo con los otros puede establecerse de otro modo, más singular, más propio y menos esclavizante… ¿Y qué hago yo con todo eso? ¿Qué pasa con mis propias cadenas?
- Seguro que esta conclusión tiene mucho tiempo entre nosotras, pero es raro que este haya sido el desencadenante…
- No te rías, te lo voy a derivar. Mirá que la última vez me pidió que lo derive así me invita a salir y no entramos en conflicto.
- Yo no tengo problema. La que parece que no quiere sos vos.
- …
- … ya que te quedarías sin excusas para salir, al menos, una vez. ¿No? Después me contás.

lunes, 12 de abril de 2010

Capítulo VII: Adictas a la responsabilidad

- Quiero invitarte a salir.
- Ale, sabés que es imposible.
- ¿Y si termináramos la relación paciente-analista y me derivaras, aceptarías al menos una cena conmigo?
- No.
- Y en ese caso, ¿cuál sería el problema?
- ¿Para qué querés salir conmigo?
- Porque cada vez me siento más y más atraído hacia vos. Al principio fue solo un enganche más, del tipo superficial, pero te fui conociendo en el transcurso de las sesiones y me están dando ganas de compartir algo más que sólo esto.
- Te voy a aclarar algo: no me conocés, sólo conocés un rol definido y móvil que se te presenta en terapia. ¿Qué quiero decir con esto? Que lo que sentís no es por mí sino por tu analista. Cualquier mujer en mi situación, haciendo un buen trabajo, le provocaría algún tipo de sensación afectivo-atractiva a un “incomprendido” como vos. Por lo poco que aún conozco de vos, con sólo sentirte entendido por alguien, bastará para que ese alguien llame tu atención.
- Entonces lo que me estás diciendo es que todos los pacientes se suelen enganchar con vos.
- No te entiendo.
- Lo voy a preguntar de otra manera, ¿todos los pacientes generan una relación del tipo afectiva con su analista?
- Esa relación de tipo afectiva, como la llamás, se denomina “transferencia” y no siempre es de carácter tierno o amoroso, a veces también puede ser negativa, y ambas, si son vigorosas y el analista no lo advierte a tiempo, pueden volverse resistencias a la cura del paciente.
- Como en este caso, ¿verdad?
- Si tirás por la borda la terapia para salir conmigo, nos estaríamos equivocando los dos. Vos por intuir que te puede pasar algo conmigo y yo por no hacerte entender que mi carácter de estar asistiendo o ayudándote, genera un vínculo emocional.
- Pero entonces, según tu teoría un paciente siempre sentirá “algo” por su analista. O sea, si son hombre y mujer de más o menos similares edades, probablemente vaya por el lado de la atracción, en caso de mismo género y edades similares probablemente la sienta una amiga o amigo, si hay grandes diferencias de edad, probablemente se desarrolle una sensación más del tipo paternalista.
- Exacto, es inevitable.
- Estoy al horno, si no encuentro una forma para probarte que lo que me pasa con vos excede a tu rol de analista nunca aceptarás una salida conmigo.
- Ni lo intentes.

- ¡Uh che! Dame una chance al menos. El problema es que tengo dos grandes amenazas.
- ¿Cuáles?
- La primera es tu ego y la segunda tu ética profesional o responsabilidad para con tu trabajo. Ambas son grandes asesinas.
- Me hacés reír. Igual no entiendo bien lo de mi ego.
- Claro, si yo logro evidenciarte características de tu personalidad, de quien sos vos, estaría, según tu visión, frontalizando que no lograste mantener a “Sol”, lejos de la sesiones. Algo se te terminó escapando. Y por otro lado, que no es menor, es ese tema que tienen las mujeres con las responsabilidades.
- ¿Cómo es eso?
- Las mujeres son como adictas a la responsabilidad. Aman tener un deber por delante de sus deseos. O capaz son los deberes los que alimentan sus deseos, aún no lo termino de entender.
- ¿Hombres por un lado y mujeres por otro? Ale, me extraña.
- Sol, dejame explicarte. Por ejemplo, en el trabajo, si yo tuviera una empresa, contrataría todas mujeres.
- No me extraña.
- ¡Pará! No me ironices que apunto a otra cosa. Los hombres son mas rebeldes, necesitan argumentos para todo, tienen que estar de acuerdo, si encuentran una posibilidad para sacar ventaja, la toman siempre, son menos éticos o menos responsables por así decirlo. En cambio, las mujeres, en su mayoría, llegan temprano, les cuesta faltar por enfermedad, defienden su trabajo con los dientes, dejar de cumplir una regla es mucho más trascendental que para el hombre. Obvio que hablo en general, pero si hacés memoria, te acordarás de cómo, en el colegio, la mayoría de las chicas son aplicadas y sacan buenas notas, y los varoncitos son un bardo. Bueno, este patrón se mantiene a lo largo de toda la vida. Y en este caso en particular, no es la excepción.
- Entiendo lo que decís pero no veo la aplicabilidad entre nosotros.
- Claro, por algún motivo, si yo fuera el psicólogo y me toca una paciente de mi edad, encontrándome sin compromisos, que me gusta tanto física como psíquicamente, jamás dejaría pasar la oportunidad de tener una historia, sólo por el hecho de que sea ¡MI PACIENTE! No way, me cago en la ética. La derivo y la invito a salir sin vueltas. Mirá, si voy a comparar el beneficio personal de conocer una persona maravillosa, con la satisfacción de atender a alguien por trabajo, más allá de lo que me gusta mi actividad…
- …
- Y cualquier psicólogo hombre lo haría. Sin embargo, las minas no. Las minas, siempre que haya una excusa para no tener algo con un tipo, mejor. Este no porque es compañero del trabajo, este no porque somos amigos, este no porque no lo conozco bien, este no porque es del gimnasio. Siempre se resisten, o mejor dicho, buscan excusas.
- No estoy de acuerdo. Creo que un buen profesional omite vincularse con su paciente, y eso va más allá del género.
- ¿Vos hacés terapia no?
- Sí.
- ¿Es hombre o mujer?
- … mujer.
- ¿Por qué no un hombre?
- Porque…
- ¡Viste Sol! Tu sonrisa tímida lo dijo todo. No querés exponerte, lo que comulgás, no te lo crees. Por las dudas, decidís protegerte detrás de una mujer. Ni en pedo vas a poner todas tus emociones, toda tu verdad, detrás de un flaco más o menos de tu edad. No querés que te cocinen vuelta y vuelta. Sin embargo, por algún motivo, yo detrás de una mujer psicóloga estoy absolutamente a salvo.
- Puede ser pero, al margen, y aunque tenga la posibilidad de conocer a mi paciente, como bien dijiste, influyen otras cosas. Me tendría que gustar, no tendría que tener compromisos, etcétera. Y sin ánimo de ofenderte, omito responder a lo primero, pero sí te aclaro que tengo un compromiso.
- Lo se.
- ¿Eh?
- Se que estás en pareja. Se te nota, como también se nota que no estás enamorada o que, al menos, estás en crisis. No la pareja, sino vos. También me da la sensación que es una pareja longeva y que, sea lo que sea que te está pasando, es bastante nuevo, de ahora. Que durante muchos años minimizaste la posibilidad de tener dudas. Pero en fin, nadie me dio lugar, así que mejor me callo.
- Me abstengo…
- ¿Entonces? ¿Cuándo salimos?
- Ale… son muy interesantes tus apreciaciones, pero para serte sincera, aún no me quebrás. No niego que me suma el intercambio con vos, pero no me dejo llevar tan fácilmente.
- Persevera y triunfarás dice el refrán…
- Hacé lo que quieras, la puerta sigue abierta una hora, una vez por semana.
- ¿Sabés qué me pregunto?
- ¿Qué?
- Qué pasaría si nos cruzáramos solos en otro contexto… ¿bajarías la guardia un segundo?
- ¡Ojo con lo que hacés! Hasta la semana que viene.

lunes, 22 de marzo de 2010

Capítulo VI: Te quiero más que a mi mismo

- ¿A qué viene lo que me estás diciendo?
- Por lo general, los hombres suelen desarrollar una conducta del tipo obsesiva. En cambio, las mujeres, del tipo histérica. Pero no siempre se da así, y en vos se observan algunas evidencias de una personalidad histérica.
- ¿Histérico yo?
- Sí Ale. Pero no en el sentido vulgar de la palabra.
- ¿Cómo es eso?
- No quiero aburrirte con algo muy teórico, pero el concepto de histeria apunta a aquel que se ubica en una posición de excepcionalidad para el otro y como tal, busca ser único y deseado. Para eso, el mecanismo que usa es el de crearle al otro una necesidad, señalando su falta, falta que, claro está, viene a cubrir el sujeto histérico. ¿Me explico?
- Dame un ejemplo.
- El típico ejemplo sería: ella reclama que él nunca le trae flores, él le lleva flores, ella se enoja porque le trajo flores sólo porque se las pidió, él deja de llevarle flores, y así continúa la rueda…

- Ahora, únicamente me estás describiendo. ¿Qué se supone que debo hacer con esa interpretación?
- Advertir tu necesidad de mostrarle la carencia al otro, agujerearlo si me permitís el término, para velar tu propia falta y ubicarte en el lugar de ser completo, ideal y necesario.
- ¿Y el obsesivo como sería?
- El obsesivo, a diferencia de la histérica, está allí atento y expectante, dispuesto a responder a la demanda del otro, a tapar todo aquello que tenga que ver con las "faltas", obtura y enaltece, no soporta los agujeros y por eso está ahí para obturarlo todo. Para el obsesivo el deseo se vuelve algo imposible y su amada, un ideal inalcanzable.
- Después de esto que me decís, yo me identifico claramente con el obsesivo. Entonces me pregunto, ¿Qué hay en mí que evidencia características histéricas? Si me tengo que jugar por algún rasgo, diría que mi omnipotencia.
- Puede ser que haya algo de ambos en vos. No sos un obsesivo o un histérico. Tenés algo de uno y de otro. Esto es común. Las neurosis se presentan mixtas en los casos no severos. Tu costado histérico que te señalé anteriormente, que vos lo llamás "omnipotencia", es tu necesidad de ubicar el rol de excepción para el otro, de sentirte "especial". Y cuando hablo de otro, no me refiero sólo a una mujer en el momento de la conquista. Esto es puede dar con tu familia, con tus amigos, con tus compañeros de trabajo… el deseo de ser "endiosado" por el otro.
- Entonces, si estoy entendiendo bien, esta posición de histeria constante puede de alguna manera, mantenerme siempre alejado de las personas.
- Ale, no sé si recordarás la frase: "siento que no encuentro a la mujer para mí... salgo un tiempo y me aburren, se ponen demandantes, les saco la ficha, me canso y me voy. Nadie está a la altura de lo que busco, las minas son predecibles y me canso enseguida, busco todo el tiempo, pero no encuentro a la mujer para mí, etcétera, etcétera"…
- No me cargues…
- Sabés que no lo hago. La clave del histérico es su deseo. ¿Viste que te dije que el obsesivo tiene un deseo imposible? En el histérico, el deseo es insatisfecho, nunca alcanza.
- Me acorralaste Sol... Es cierta mi insatisfacción, pero a la vez, también es evidente mi obsesión. Igual, creo que el error no está en mí, sino en el o los otros. Mi naturaleza es del tipo obsesiva. Yo creo deseos imposibles, y al conocer una mujer, siempre están en ese lugar ideal y preciado. Me acerco con mi mejor despliegue buscando acaparar su atención. A veces lo logro y otras veces no, lógicamente. Sin embargo, en los casos en que alcanzo a ser observado y aparece la posibilidad de una relación, son ellas las que pierden todas sus características iniciales. La realidad las vuelve posibles. Convertirme en un ser especial para ellas, es consecuencia, no causa. No es algo provocado por mí, ya que lejos estoy de crearles una necesidad. Esa necesidad está, indistintamente de mi existencia. O sea, hay una carencia que lamentablemente paso a ocupar. Al principio yo no era nadie interesante o necesario en sus vidas y de un momento al otro pareciera que sí lo soy. Eso, automáticamente, corta mi necesidad obsesiva y me aburre. Y estoy seguro que esto tiene que ver mucho más con el hecho de que la mayoría de las personas son carenciadas. Tener una familia que te haya querido por quien sos, que se hayan querido y respetado entre ellos, tener buenos amigos, que no te juzgan y te apoyan en todo, tener un trabajo que te desafía y estimula, vislumbrar un futuro en el que te encontrás sonriente, encontrar alguien que amás y que te ama, son todas cosas que, lamentablemente, le pasan a una minoría de personas.

- Puede ser…
- Entonces, soy histérico. Pero no naturalmente sino por supervivencia.
- Explicame.
- Claro, solamente me pongo en un rol de histérico, cuando observo que la persona que deseo, se vuelve inalcanzable. Es una forma de pedirle que me desee ella también a mí, porque si no viviría frustrado. ¡Ojo! Mi cuerpo muere por ella sin embargo mi mente me protege alejándome cuando no me siento querido, aunque no lo necesite para amarla. Es una cuestión netamente racional.
- …
- En cambio vos… vos sí sos histérica por naturaleza. Y tu razón no ha aprendido a ser un poco obsesiva. O sea, a desear vos también, en lugar de ser presa todo el tiempo de aquel que te desea.
- ¿Perdón?
- Es probable que no me lo aceptes, pero estoy seguro de que la mayoría de tus parejas fueron personas de las que nunca estuviste del todo segura de estar enamorada, y sin embargo, ellos te adoraban. Te han puesto siempre en ese pedestal. Te quieren incondicionalmente. Y vos no podés escapar de ese lugar. No sabés aplicar algo de cerebro para no sólo elegir a quien te elige posesivamente, sino también elegirlo por otros motivos. Para una histérica, la intensidad del sentimiento de su obsesionado es directamente proporcional a su debilidad. Pero me gustás ¡eh! Tenés algo que otras no.
- ¿Qué tengo?
- Todo lo que tenés de histérica, también lo tenés de justa. Lo bueno con vos es que no me vas a adorar incondicionalmente. Sólo lo vas a hacer mientras te de. Es tu exigencia por recibir y estar dispuesta a dejarme sino recibís, lo que me mantendría en el tiempo con vos. No te regalás. Simplemente, perderías interés. A su vez, mi leve histeria es la que te obligaría a vos, a salir de ese plano cómodo y empezar a enamorarte de verdad. Sería una hermosa relación 60-40.
- …
- De tu silencio, solo puedo decir: Ale 3 – Sol 2. Hasta la próxima.

domingo, 7 de marzo de 2010

Capítulo V: Mi primera sesión

- Ale, cortala con las interpretaciones. ¿Por qué no me contas cómo te sentiste esta semana?
- Ok. Me dejó una chica que me gustaba mucho.
- Ves, jamás imaginé que podía venir por ese lado. ¿Sabés por qué? Porque ni siquiera mencionaste que había alguien en tu vida. ¿No te parece un poco raro? ¿De qué te reís?
- Me causó gracia, puede ser.
- ¿Por qué te dejó?
- ¿Querés la versión con o sin subtítulo?

- Siempre tenés que estar presente en todo, hasta en aquellos contextos en los que capaz fuiste un mero observador. No digo que éste sea el caso, pero es un acto que nos acompaña en todas las sesiones.
- Sorry, te lo tenía que mencionar. Vamos con la versión sin subtítulo: está enamorada de otra persona.
- Demasiado concreto como para tener una segunda explicación. Ahora que recuerdo, hay algo que mencionaste en tu blog que me parece que atenta contra vos mismo. Lo escribiste en un ensayo que creo que se llama algo de El crepúsculo del sentido común. Ahí afirmás muy seguro que, cuando estamos condicionados por efectos emotivos muy intensos, tendemos a manipular las palabras que recibimos para que se ajusten a nuestro propio deseo.
- Jaque. A ver si puedo salvar al Rey…. Sentí dolor, todavía lo siento.
- Bien, es la primera vez que me hablás de una mujer, siempre estás protegiendo tu imagen “vacante”. ¿El hecho de que te animes ahora a hablarme de alguien es una forma de terminar de sacar tus ojos de mí para concentrarlos plenamente en vos?
- Supongo que tiene que ver con que siempre que una persona oculta sus relaciones o emociones está buscando guardar una carta para ser elegido. Es fácil hacerse admirar mientras se permanece inaccesible.
- ¿Y qué más?
- El hecho de que seas mujer, atractiva e interesante, le da -o le daba- vacaciones a mi tristeza. Disfrutar de un diálogo con una mujer que te gusta es un recreo a la frustración.
- Pero Ale, ¿para eso no es mejor ir a un bar?
- No, Sol. No me podés negar que mucha gente usa la terapia sólo para ser escuchado, para cubrir roles de amigos, padres o parejas que no tiene. Vienen sólo a sentirse comprendidos. Y no siempre porque sus relaciones sean malas, sino porque no dan la chance de mostrarse tal cual son, y prefieren un tercero, ajeno, para blanquear sus vidas.
- Pero ese no es tu caso, ¿no?
- No, pero yo tampoco vine a terapia a tratarme: vine a levantarte. Y sos vos la que despertó mi interés por ser analizado. Me cuesta resignarte como mina, pero me entusiasma tu manera de llevarme. ¿Qué debería hacer?
- Creo que eso ya lo decidiste hoy. ¿No te parece? Me cuesta creer que mantengas esta postura en el tiempo, pero me desafía como analista que no quieras perder tu rol de paciente conmigo.
- Qué disfrutes mi tristeza, entonces…
- ¿Disfrutar? ¿Qué puedo disfrutar yo con tu tristeza? No estoy aquí para gozar de lo que te suceda sino para ayudarte a transitar aquello que te cueste, que en este caso tiene que ver con cómo te relacionás con las mujeres, con que puedas manifestarte desde tu vulnerabilidad, desde tus flaquezas, desde tu deseo, Ale, mi función es dejarte fluir, hacer que te escuches. Así que, contame, ¿cuánto hace que estás así?
- Algunas semanas.
- ¿Y cuánto hace que la conocés o que empezó tu historia?
- A la semana de nuestra primera sesión, por diciembre.
- …
- Y el hecho de que apareciera alguien que llamara mi atención permitió que le sacara foco al enamoramiento frustrado que estaba a punto de generar con vos. Es verdad que tengo un patrón a engancharme con mujeres imposibles, pero esta fue y es posible. Me enamoré compartiendo, en lugar de imaginando compartir.
- ¿Qué pasó, entonces? ¿Por qué no funcionó?
- Voy a necesitar más tiempo, así que mejor te lo cuento en la próxima sesión.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Capítulo IV: ¡Mentime que me gusta!

- Quiero vivir enamorado.
- ¿Por qué?
- Porque es el mejor fármaco contra todos los problemas en la vida.

- ¿Hay algo que te lo impida?
- El modelo de las relaciones actuales, supongo. ¿No te parece?
- ¿Cómo son?
- Predecibles.
- ¿Y por qué crees que son así?
- Supongo que porque hay una predisposición humana a buscar seguridad en nuestro porvenir. Un futuro incierto, donde siempre existe una posibilidad de sufrimiento, nos impide disfrutar del presente. ¿Qué hacemos entonces? Buscamos garantías, o evidencias de algún tipo, que nos aseguren que mañana todo estará bien.
- Muy claro, pero, ¿cuál es la relación con la capacidad de enamorarse?
- Justamente, para sentir enamoramiento, el futuro debe ser impredecible. La seguridad en el amor, atenta contra su propiedad. Sentir que podemos perder a nuestro ser amado, es lo que nos refresca cuán enamorados estamos.
- Pero si lo que decís es cierto, de alguna manera las personas al casarse estarían perdiendo su capacidad de amar.
- De alguna manera, creo que sí. Ojo, no digo que no haya sentimientos, pero no del tipo del que estoy hablando yo. Ese que la mayoría siente en los inicios de una relación, cuando todo lo demás pasa a un segundo plano, cuando te cuidás para que el otro se sienta siempre bien, cuando el sueño y el hambre son lo de menos, cuando un llamado puede ser la diferencia entre la alegría y la tristeza, cuando reacomodás tus planes improvisadamente para no perderte la oportunidad de verse, cuando tus amigos no paran de joderte porque estás hecho un idiota, cuando la actividad más simple es disfrutable sólo por la compañía…
- ¿No te parece muy jugado de tu parte asumir que el indefinido número de parejas que se están casando todo el tiempo, han dejado de sentir todo lo que acabás de enumerar?
- El casamiento es una forma de dar seguridad, pero no la única. Yo me remito a la mayoría de las relaciones de hoy en día, una vez que ha transcurrido cierto tiempo juntos. Creo que todos están parados sobre una plataforma donde se presume que la relación no va a terminar. De esa manera provocan paz en un principio para luego darle lugar al abandono.
- ¿No crees que vivir en ese estado de revolución permanente atentaría contra el resto de las actividades que uno hace todos los días?
- Es que de alguna manera siempre buscamos esa emoción, sólo que cuando ya no la encontramos en nuestra pareja, la resignamos y la empezamos a buscar en otras cosas. Por ejemplo, los hombres… Creo que la primera infidelidad que sufre una mujer es con el trabajo. La segunda, tal vez, los amigos. O sea, al final, siempre tenemos problemas que nos preocupan, ganar más guita, comprarnos algo que deseamos y no alcanzamos, mudarnos, dejar todo e irnos a vivir afuera un tiempo, retomar una actividad abandonada que nos encantaba, que nos salgan arrugas o celulitis, etc. Y la verdad… si tengo que elegir entre alguno de todos esos males, elijo el amor.
- ¿Y lo demás no importa?
- No mucho. Pero de exigirle emoción a la vida en algo, prefiero que sea en el amor, frente a otras variables menos… naturales. Es mucho más fácil, y a la vez intenso y satisfactorio, estar enamorado que llegar a ser gerente o empresario.
- Muy romántico tu discurso, me dejás pensando... ¿Y en qué falla entonces?
- En que no encuentro compañera que comparta esta filosofía de relación. Como te decía al principio, cuando las personas se enamoran, necesitan eternizar el vínculo. Pensar que mi ser amado podría dejarme mañana, me pone mal, entonces necesito que me diga lo contrario. ¿Qué me pasa?, ¿cómo lo soluciono? Yo, al revés, quiero tener cierta sensación que si mañana no pongo toda mi energía en vos, puede que pierdas interés. Total, ¿cuál es el riesgo en definitiva? Si te enamoré una vez, mientras me lo proponga, te seguiré enamorando. No hay inseguridad, ya que depende en gran parte de mí.
- Siempre tu omnipotencia parece ser la guía de tu pensamiento… ¿qué te hace creer que tu sóla predisposición y energía llevará, inevitablemente, a la conquista de la mujer deseada? ¿Acaso no puede pasar que lo que te sedujo hasta ayer deje de ser deseado mañana, por más esfuerzos que pueda hacer el otro? ¿Acaso no puede pasar que la piel que ayer te pareció maravillosa hoy te resulte indiferente? No todo se resuelve con proponerse enamorar al otro, lamento decirte.
- Pareciera que te ofendí…
- ¿Cómo me vas a ofender? Te manejás de un modo particular, a ver, cómo te lo explico: por un lado, hay algo que es casi universal, te diría en las personas, que es esto de que al enamorarse, la pareja pacta un contrato insostenible: la eternidad del amor. Es lo que yo llamo “una apuesta” y como todas las apuestas, uno juega a ciegas. Esto es algo que todos y cada uno en el fondo lo saben muy bien, pero lo esconden en algún rincón para no recordarlo todos los días porque genera angustia. Lo que cuida esta ilusión es justamente eso, es un velo contra la angustia que implicaría estar constantemente atento a la posibilidad de perder al otro… y eso Ale, nos llevaría a hablar de otra cosa, que creo tiene mucho que ver con la razón de tu presencia en análisis. Pero a ello llegaremos más adelante, no quiero anticiparme…
- ¡Decime!
- No. Ahora, volviendo al tema que vos trajiste hoy a discusión y retomando mi planteo de tu “manejo particular”, así como destaqué tu lucidez en advertir que el amor es una ilusión con pactos difíciles de sostener, me es necesario advertirte que vos estás también preso de una ilusión mayor, y es creer que se puede vivir con las mariposas en el estómago ¡ineternum! Esto, lejos está de las características propias del amor, es más bien propio del enamoramiento inicial, del ideal de los primeros tiempos. Por ende, también es una ilusión. Sería imposible sostenerlo, al menos, con una única compañera, y eso te introduciría en el conflicto mayor del amor: si no hay un halo ilusorio de futuro, no hay proyectos en común, por ende no hay pareja. Entonces, ese velo que genera el amor, cumple una función. Después, cada pareja advertirá cuánto debe cuidar ese sentimiento, cuánto nutrirlo y cuánto hacerlo vivir sin “abandonarlo”, para traer un significante tuyo. Es posible también hacer del amor una conquista de todos los días, lo que hay que ver es cuán dispuestas están las parejas en duplicar la apuesta.
- Para que haya conquista todos los días, tiene que haber alguien no conquistado cada mañana. ¿No te parece? ¡Está bueno esto! Me estás defendiendo lo que realmente pensás del tema, y no necesariamente lo que me pueda hacer bien a mí. ¡Me gusta! Es una forma de conocerte mejor. Si no sólo me hacés preguntas y te quedás en ese rol neutral dónde nada te conmueve.
- No, no Ale, no te confundas.
- ¿Parezco confundido?
- Que chico soberbio que sos.
- Que mujer interesante que sos. Lástima la diferencia de edad. ¿No?
- Quá raro… La edad para alguien como vos no debería ser un problema. Me extraña…
- La edad no es un problema para mí, pero sí para vos.
- Me parece bárbaro que lo tengas claro.
- Te seguís defendiendo… vamos bien. Rajo antes de que pongas esa cara que no me gusta nada. Byeee.
- Chau Ale…

martes, 16 de febrero de 2010

Capítulo III: Atacado y derrotado

- Buenas tardes. ¿Cómo estás?
- Disconforme. Algo no está bien y no es nada en particular, soy yo.
- ¿En qué sentido?
- Mis constantes deseos de emoción me hacen sentir como en abstinencia cuando no los encuentro. Es un problema de toda la vida, no tiene sentido meternos ahí.

- ¿Te parece que no vale la pena indagar en algo que llamás “problema de toda la vida”?
- Tenés razón, pero en tal caso no creo que sea hoy el día para indagarlo.
- ¿Por qué? Si es una frustración de siempre, el día no debería afectar la interpretación.
- Tal vez...
- ¿Tal vez? ¡Vamos Ale! O confiás en mi criterio o perdemos el tiempo.
- No desconfío de vos, desconfío de mí. Estoy en proceso. Todo lo que te cuente hoy, tendrá cero validez mañana. La virtud en reconocerme así, radica en ignorar mis emociones diarias, ya que van y vuelven de extremo a extremo con cada hora que pasa.
- Entonces me pregunto, ¿qué clase de aporte tiene para vos hablar de algo que ya ocurrió, y que en definitiva ya tenés interpretado? No olvidemos que Ale todo lo sabe. No hay lugar para opiniones ajenas. ¿De qué te reís?
- Del comentario… tenés razón, lo merezco. Sólo te pido algo de confianza.
- Ya hablamos de ese tema Ale.
- Simplemente creo que necesitás conocerme más. Contarte cómo me siento hoy, no será tan enriquecedor como contarte por qué volví a terapia con vos.
- Ale, sos un ser inteligente como para que deba aclararte esto, pero en análisis hay algo más que importante y es que si bien el paciente decide de qué va a hablar y cómo introduce los contenidos, es el analista el que dirige la cura. ¿Querés recibir mi ayuda sí o no?
- Sí.
- Se que te interesa la psicología de todo, entonces se me ocurre una idea. Te voy a plantear un intermedio, te voy a explicar por qué hago lo que hago sin dejar de hacerlo.
- A ver…
- Vos pretendés manejarme, que salga de mi posición, y en este plano, en situación real, el paciente puede mandarse mil actings o sea, actúa lo que vía discurso no es escuchado, pidiéndole a su terapeuta a los gritos mudos “¡no ves que no me escuchás ni atendés a mis síntomas!”. Si buscás ponerme atenta a mi sentir, a mi curiosidad por vos, que seguro la tengo, a saciar mi deseo de mujer histérica que disfruta de la mirada del otro, no puedo atender a ver por qué estás aquí, qué viniste a buscar, cuáles son tus resistencias, cuál es tu verdadera demanda de análisis. Y te agrego… Algo que es ley en análisis es que en ese encuentro de dos, entre analista y paciente, hay un solo sujeto, un solo inconsciente y un solo yo: el del analizado. El trabajo del analista es justamente no interferir en ello porque en cuanto yo entro en escena, el que salís sos vos.
- …
- Entonces decidite… o me invitás a tomar un café y no tocás más mi consultorio, que creo que ya tenás clara esa respuesta o dejás de intentar levantarme y te aceptás una hora por semana como paciente. Para vos, más que para otros, sólo puede ser una decisión a consciencia.
- Dos a uno Sol.
- Te veo la semana que viene Ale.

martes, 9 de febrero de 2010

Capítulo II: Solo cuando dejes de buscar...

- Volviste. Pensé que ya no volvías. Dos meses… ¿Que habrá pasado para que desaparezcas y que estará pasando para que hayas reaparecido?


- Me fui porque me gustabas, y vuelvo porque dejaste de gustar.
- ¿Perdón?
- Esa es la verdad, el motivo que no te dije en su momento e hizo que perdiéramos el tiempo. Mejor dicho, que te hicieron perder el tiempo a vos. No tanto a mí.
- ¿Cómo que te gustaba? Si no nos conocíamos…
- Error. El año pasado, para Abril más o menos, fuimos a la misma fiesta. Era un cumpleaños de dos amigos que festejaron juntos sus 40 años. No sé si te acordás, en un salón, mucha gente…
- ¿Me estás cargando?
- Apareciste vos y quedé idiota. Estabas con alguien. La diferencia de edad no era el único problema. Le pregunté a mi prima, la mujer de uno de los cumpleañeros… “¿Quién es esa mujer?”. “Sol” -dijo, “no recuerdo el apellido, pero después te lo averiguo”.
- ¿Y cómo llegaste a mi número de teléfono?
- Teníamos gente en común, indagué, pregunté, me enteré que eras psicóloga, y dije… “¡Acá me voy a divertir!”.
- Como un pendejo insolente…
- Hay que acercarse a lo que uno desea, las cosas no ocurren solas.
- Ale, ¿de qué hablás?
- Hace mucho tiempo que dejé atrás las atracciones protocolares.
- …Me hacés reír… ¿y eso?
- Creo que se entiende: mi vida es hoy y ahora. Mi futuro se va a construir por un conjunto de elecciones en el presente, no por un objetivo definido al inicio.
- No filosofes tanto que lo único que sabías de mí, era lo que podías ver, mi aspecto.
- Otro error. También sabía que la persona con la que estabas en esa fiesta, tenía fecha de vencimiento.
- Ah, ¿sí? ¿Y qué te hizo pensar eso?
- Pará. ¿Me estás cobrando esta sesión?
- Definitivamente, a menos que quieras terminarla ahora.
- ¡Qué dureza! Nunca bajás la guardia, vos. No es algo que vi, sino algo que no vi.
- ¿Por ejemplo?
- ¡Amor!
- Y si te digo que en ese momento estábamos en nuestro mejor momento. Que mis más allegados me dijeron que me veían muy bien con esta persona.
- Les diría que no estaban mirando bien. Que se concentraron en los detalles más superficiales.
- Sos muy bueno generando suspenso, pero ahora llegó el momento de mostrarte.
- Estaban demasiado concentrados en el entorno. En mostrarse correctos. Cuando uno vive la relación hacia afuera, cuando el radar está siempre prendido, lo que falta es la tranquilidad que deviene de estar con el ser indicado. Una pareja enamorada, lo primero que expresa es una especia de ausencia. Están en su mundo, alejados. Era obvio que ustedes no eran un matrimonio de diez años, estaban pegotes, pero para el público, no para ustedes mismos. Fueron demasiado protocolares, los abrazos, las manos entrelazadas, los besos, el baile, todo ocurrió en el momento que debía ocurrir. Uno cuando ama es desprolijo y desde afuera, hasta puede resultar algo molesto.
- Sos genial. Me hacés reír mucho. No sé si será tan así, pero es cierto que esa relación se terminó.
- Teneme fe.
- Qué relajado se te ve hoy.
- No es relax. Como te dije antes, te superé. Antes era pensante, ahora soy espontáneo. Ya no me importa la impresión que te puedas llevar de mí.
- Y sin intentarlo, te volviste más interesante. Supongo que aprendiste algo.
- No, es mero azar. Hoy te pude haber interesado más, pero no porque esté más suelto o desestresado del levante, sino porque no tengo intencionalidad. Las mujeres aman observar sin ser acosadas. Necesitan tomarse su tiempo. Como hoy no vine a levantarte, a hacerme el interesante, te permitís observarme en paz. Sacarte mis ojos de encima te dio lugar a que puedas usar los tuyos. Descartando que, además, logre sacarte por un segundo del plano de análisis.
- Puede ser, pero igual yo no me banco la estrategia. Los hombres se ponen densos y en pose en lugar de, simplemente, disfrutar.
- No desestimes la estrategia que en muchos escenarios puede llegar a ser hasta romántico. Igualmente no pasa por ahí, si yo soy espontáneo siempre, pierdo el control de lo que se percibe de mí. Y si me interesás y pretendo algo con vos, no puedo dejar tu percepción al azar, la debo guiar. Guiar hacia mí.
- Otra vez el tema del control, aburren mucho a veces. Serías poco inteligente si seguís pensando así, después de lo que has logrado en esta sesión.
- Sol, sabemos que ese efecto es momentáneo. Si te permitís halagarme es porque claramente hay un límite detrás.
- Puede ser. Bueno, es la hora. Aunque me intriga mucho saber qué fue lo que pasó.
- Como pienso volver, acepto dejar acá y continuar la próxima.
- Muy bien… veo que estás aprendiendo.
- ¡No me gastes!
- Mirá, como gesto de buena voluntad, está sesión no me la pagues. Te veo la semana que viene.

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