Un día vi a una paloma comerse una feta de salame en la plaza del barrio. Se están preparando para comernos a todos, pensé. Otro día, escuché coger a mis padres. Un show tan siniestro como el de la paloma. Lo que quiero decir es que hay días que no se olvidan y, ahora que lo pienso bien, supongo que estas marcas indelebles están necesariamente asociadas a vivencias traumáticas. El día que Andrés me presentó a Sofía bien podría entrar en esta lista.
Como si se tratara de mi madre, mi amigo no hizo más que hablarle a la pobre chica de mi manía por el pelo, de mi escasa voluntad, de mi lenguaje abstracto y demás razones por las que mi ex me había abandonado. Yo no lo podía creer. Estaba avergonzado y furioso, notaba que Sofía iba perdiendo su curiosidad en mí y que Andrés se divertía a mi costa poniéndome en ridículo y haciéndome transpirar hasta el culo. Pasaron ya unos cuantos años desde entonces y hoy Sofi es la mujer con la que comparto gran parte de mi vida. Y yo no puedo dejar de preguntarme cómo es eso posible después de aquel día trágico y cuánto tuvo que ver, en definitiva, la exposición de Andrés -mi exposición, en realidad- para que este presente del que les hablo sea posible.
Como sea, ese día empecé a creer más en la ironía del destino y menos en las medias naranjas, más en la amoralidad de los medios y la imprevisión de los fines y menos en un camino recto de causas éticas y efectos virtuosos, más en la paciencia de una mujer que en su posibilidad de ser conquistada. Pero sobre todo, ese día, gracias al hijo de puta de mi amigo, empecé a creer en la amistad. ¿Quién es un amigo? ¿Qué se debe hacer cuando un amigo tiene un problema o sufre por algo? ¿Existe una moral de la amistad? ¿Es la verdad el valor que alimenta la amistad? ¿Se le puede mentir a un amigo? ¿Cuándo? ¿Por qué razones? Supongo que cada uno responderá a estas preguntas de distinto modo. El mío podría resumirse en la premisa: "es mi amigo el que quiere mi felicidad", o su variante "me considero amigo de todos aquellos a quienes deseo la felicidad".
Ahora bien, esto de la felicidad lalala suena un poco raro y ahora seguro me caen encima, de nuevo, acusaciones por usar un lenguaje abstracto etcétera. ¿Quién define lo que es la felicidad? ¿Es la felicidad lo mismo para todos? ¿Puede un amigo saber mejor que uno cuál es el camino para alcanzarla, al menos por un rato? ¿Puede uno aconsejar a un amigo sobre qué alternativa elegir para tratar de ser feliz? De nuevo, muchas preguntas y no es que me esté atajando ni nada y esto no es una limpieza de conciencia ni mucho menos. Estoy muy tranquilo con lo que hice porque Andrés es mi amigo, yo deseo su felicidad tanto como él desea la mía, y el hecho de que no coincidamos en cuál es el mejor camino para perseguirla es, a esta altura, una diferencia esencial pero menor.
Lo que creo es que, a veces, Andrés equivoca los caminos. Le vivo diciendo que para encontrar lo que busca, esa sutileza, eso que se presenta como algo diferente a lo normal, él debe poner también lo suyo, proponer algo diferente a lo de siempre. Es casi una cuestión matemática: mientras siga conquistando mujeres con sus modos de siempre, mientras siga construyendo castillos de naipes donde reina la fantasía, va a obtener los mismos resultados una y otra vez. Resultados que no son malos o despreciables, claro está, no existe tal cosa, pero que lo terminan aburriendo. De todo se aburre, de todas se aburre. Los castillos se derrumban con la primera brisa de la mañana y las cartas quedan desparramadas por el suelo y todo pasa muy rápido y así de rápido llega el final.
Hay un arte en la conquista pero también hay un arte en la preservación y en el cuidado del amor y del otro. Yo aprendí a creer en este arte de la conservación un poco gracias a Sofi y quisiera transmitirle algo a él de todo esto. Y con esto no estoy queriendo decir que deba apostar todas sus fichas a Florencia, tampoco me cae muy bien su histeria, pero sí creo que al lado de ella, de alguien a quien conoce con un poco más de profundidad, puede aprender a abrirse más, a perder el control y no buscar tener todo cocinado, a pensar, como dice en el sabio puente de Juan B. Justo y Córdoba, que toda víctima es, secretamente, también victimario y a construir no un castillo de naipes sino uno de ladrillos alemanes.
Yo con el tiempo, ese tiempo que hace falta para entender y que quita penas y da razones, supe que aquel día Andrés no estaba burlándose de mí ni estaba poniéndome en ridículo sino que había elegido una forma de presentarme sin ambages ni seducciones mentirosas, más cercana a lo que soy, con la perspicacia suficiente para ver que podía caerle bien a esta mujer mostrando lo peor de mí. Y hoy no puedo más que agradecerle por todo eso. Y entonces lo que hago ahora es un intento similar de devolverle algo en ese mismo sentido. No soy tan perspicaz como él pero si lo necesario para creer que algo bueno puede pasarle si lo saco un poco de aquellos lugares que siempre transita.
La cosa fue así, no tenía nada de ganas de seguirlo ni de caminar ni de nada pero a veces encuentro menos sufrimiento dejándome llevar que diciendo que no. Mi idea era sacarme el asunto rápidamente de encima e intentar disuadir sus ganas, de paso. Caminé lo más rápido que pude y llegamos en minutos a la avenida. Ya pasó un poco la época en la que verme envuelto en sus aventuras me divertía o en que disfrutaba del provecho que tangencialmente me tocaba. Cuando me pidió que subiera al taller me quise morir pero en el afán de terminar con el tema e irme a dormir, olvidé mi pudor británico y subí. Apenas entré, ahí la vi. Supe que era ella. Su mujer con gafas. La reconocí enseguida, porque lo conozco a mi amigo. Y también reconocí enseguida que había ahí una puerta para que Andrés vuelva a pasar por lo mismo: una conquista más, un mundo de fantasías más, más promesas y desilusiones. No tengo nada en contra de ella. Particularmente, quiero decir. Pero ya ven que tengo algo en contra de la idea que ella representa. Tuve a mi alcance la posibilidad de alejar a Andrés de una ecuación repetida y así lo hice. Demoré un rato en el taller, la profesora no estaba nada mal, y cuando bajé hice lo posible para llevármelo rápido de ahí y que no la viera. No soy muy bueno mintiendo, creo que se me notó, pero le dije que su chica no estaba, que estaba de viaje, que volvía no se en cuanto tiempo y no se qué otra cosa con la esperanza que de a poco vaya olvidándose de ella. Conociendo a Andrés se que va a ser difícil. Por eso es que voy a volver al taller, para asegurarme de darle un cierre razonable a todo esto. Espero que con el tiempo pueda entender lo que hago como un gesto de un amigo que quiere su felicidad.
9 comentarios:
Colaboración especial: Santiago
(http://www.blogger.com/profile/10022074112351185996)
jajajajajaja genioo Santiii!!!!
lo q menos se me ocurrió fue ese terribleee final!!! MUY BUENOO!!!
Jose Pato
---no respeta la forma en la q Andres intenta vivir el amor...
ja!..esto me sorprendió
pero me gusto
Nunca se sabe cuando una chica puede ser una conquista mas o el próximo amor de tu vida . Mala la actitud de este flaco , se nota en el algo raro , sera que trama una especie de desquite y no una ayuda a su amigo ? O tal vez es todo una excusa porque la profesora le rompió la cabeza a el también .
Como diría una amiga , veremos veremos !
Joa.
Mujer de gafas grandes y encantos misteriosos, que macabros planes traman para ti mientras no te enteras, que de tus enigmas que nos son ajenos aun nos seran develados...
Queremos saber mas de ti!
M
Hay un arte en la conquista pero también hay un arte en la preservación y en el cuidado del amor y del otro, dice Martín-Santiago? Esa frase hace valer todo el capítulo y me hizo hacer un punto y aparte. Estoy ansiosa por ver cómo sigue esta historia pero ahora quiero saber si hay fórmulas para llegar a esa afirmación.
In
Volvi para ver si habia algun cap-nuevo...pero ya que estoy comento:
1) pienso lo mismo que "In"
2)las primeras dos lineas sobre las palomas me matan..
besos
Por las fantasías, promesas y desilusiones...
Salud!
D
Publicar un comentario