miércoles, 24 de febrero de 2010

Capítulo IV: ¡Mentime que me gusta!

- Quiero vivir enamorado.
- ¿Por qué?
- Porque es el mejor fármaco contra todos los problemas en la vida.

- ¿Hay algo que te lo impida?
- El modelo de las relaciones actuales, supongo. ¿No te parece?
- ¿Cómo son?
- Predecibles.
- ¿Y por qué crees que son así?
- Supongo que porque hay una predisposición humana a buscar seguridad en nuestro porvenir. Un futuro incierto, donde siempre existe una posibilidad de sufrimiento, nos impide disfrutar del presente. ¿Qué hacemos entonces? Buscamos garantías, o evidencias de algún tipo, que nos aseguren que mañana todo estará bien.
- Muy claro, pero, ¿cuál es la relación con la capacidad de enamorarse?
- Justamente, para sentir enamoramiento, el futuro debe ser impredecible. La seguridad en el amor, atenta contra su propiedad. Sentir que podemos perder a nuestro ser amado, es lo que nos refresca cuán enamorados estamos.
- Pero si lo que decís es cierto, de alguna manera las personas al casarse estarían perdiendo su capacidad de amar.
- De alguna manera, creo que sí. Ojo, no digo que no haya sentimientos, pero no del tipo del que estoy hablando yo. Ese que la mayoría siente en los inicios de una relación, cuando todo lo demás pasa a un segundo plano, cuando te cuidás para que el otro se sienta siempre bien, cuando el sueño y el hambre son lo de menos, cuando un llamado puede ser la diferencia entre la alegría y la tristeza, cuando reacomodás tus planes improvisadamente para no perderte la oportunidad de verse, cuando tus amigos no paran de joderte porque estás hecho un idiota, cuando la actividad más simple es disfrutable sólo por la compañía…
- ¿No te parece muy jugado de tu parte asumir que el indefinido número de parejas que se están casando todo el tiempo, han dejado de sentir todo lo que acabás de enumerar?
- El casamiento es una forma de dar seguridad, pero no la única. Yo me remito a la mayoría de las relaciones de hoy en día, una vez que ha transcurrido cierto tiempo juntos. Creo que todos están parados sobre una plataforma donde se presume que la relación no va a terminar. De esa manera provocan paz en un principio para luego darle lugar al abandono.
- ¿No crees que vivir en ese estado de revolución permanente atentaría contra el resto de las actividades que uno hace todos los días?
- Es que de alguna manera siempre buscamos esa emoción, sólo que cuando ya no la encontramos en nuestra pareja, la resignamos y la empezamos a buscar en otras cosas. Por ejemplo, los hombres… Creo que la primera infidelidad que sufre una mujer es con el trabajo. La segunda, tal vez, los amigos. O sea, al final, siempre tenemos problemas que nos preocupan, ganar más guita, comprarnos algo que deseamos y no alcanzamos, mudarnos, dejar todo e irnos a vivir afuera un tiempo, retomar una actividad abandonada que nos encantaba, que nos salgan arrugas o celulitis, etc. Y la verdad… si tengo que elegir entre alguno de todos esos males, elijo el amor.
- ¿Y lo demás no importa?
- No mucho. Pero de exigirle emoción a la vida en algo, prefiero que sea en el amor, frente a otras variables menos… naturales. Es mucho más fácil, y a la vez intenso y satisfactorio, estar enamorado que llegar a ser gerente o empresario.
- Muy romántico tu discurso, me dejás pensando... ¿Y en qué falla entonces?
- En que no encuentro compañera que comparta esta filosofía de relación. Como te decía al principio, cuando las personas se enamoran, necesitan eternizar el vínculo. Pensar que mi ser amado podría dejarme mañana, me pone mal, entonces necesito que me diga lo contrario. ¿Qué me pasa?, ¿cómo lo soluciono? Yo, al revés, quiero tener cierta sensación que si mañana no pongo toda mi energía en vos, puede que pierdas interés. Total, ¿cuál es el riesgo en definitiva? Si te enamoré una vez, mientras me lo proponga, te seguiré enamorando. No hay inseguridad, ya que depende en gran parte de mí.
- Siempre tu omnipotencia parece ser la guía de tu pensamiento… ¿qué te hace creer que tu sóla predisposición y energía llevará, inevitablemente, a la conquista de la mujer deseada? ¿Acaso no puede pasar que lo que te sedujo hasta ayer deje de ser deseado mañana, por más esfuerzos que pueda hacer el otro? ¿Acaso no puede pasar que la piel que ayer te pareció maravillosa hoy te resulte indiferente? No todo se resuelve con proponerse enamorar al otro, lamento decirte.
- Pareciera que te ofendí…
- ¿Cómo me vas a ofender? Te manejás de un modo particular, a ver, cómo te lo explico: por un lado, hay algo que es casi universal, te diría en las personas, que es esto de que al enamorarse, la pareja pacta un contrato insostenible: la eternidad del amor. Es lo que yo llamo “una apuesta” y como todas las apuestas, uno juega a ciegas. Esto es algo que todos y cada uno en el fondo lo saben muy bien, pero lo esconden en algún rincón para no recordarlo todos los días porque genera angustia. Lo que cuida esta ilusión es justamente eso, es un velo contra la angustia que implicaría estar constantemente atento a la posibilidad de perder al otro… y eso Ale, nos llevaría a hablar de otra cosa, que creo tiene mucho que ver con la razón de tu presencia en análisis. Pero a ello llegaremos más adelante, no quiero anticiparme…
- ¡Decime!
- No. Ahora, volviendo al tema que vos trajiste hoy a discusión y retomando mi planteo de tu “manejo particular”, así como destaqué tu lucidez en advertir que el amor es una ilusión con pactos difíciles de sostener, me es necesario advertirte que vos estás también preso de una ilusión mayor, y es creer que se puede vivir con las mariposas en el estómago ¡ineternum! Esto, lejos está de las características propias del amor, es más bien propio del enamoramiento inicial, del ideal de los primeros tiempos. Por ende, también es una ilusión. Sería imposible sostenerlo, al menos, con una única compañera, y eso te introduciría en el conflicto mayor del amor: si no hay un halo ilusorio de futuro, no hay proyectos en común, por ende no hay pareja. Entonces, ese velo que genera el amor, cumple una función. Después, cada pareja advertirá cuánto debe cuidar ese sentimiento, cuánto nutrirlo y cuánto hacerlo vivir sin “abandonarlo”, para traer un significante tuyo. Es posible también hacer del amor una conquista de todos los días, lo que hay que ver es cuán dispuestas están las parejas en duplicar la apuesta.
- Para que haya conquista todos los días, tiene que haber alguien no conquistado cada mañana. ¿No te parece? ¡Está bueno esto! Me estás defendiendo lo que realmente pensás del tema, y no necesariamente lo que me pueda hacer bien a mí. ¡Me gusta! Es una forma de conocerte mejor. Si no sólo me hacés preguntas y te quedás en ese rol neutral dónde nada te conmueve.
- No, no Ale, no te confundas.
- ¿Parezco confundido?
- Que chico soberbio que sos.
- Que mujer interesante que sos. Lástima la diferencia de edad. ¿No?
- Quá raro… La edad para alguien como vos no debería ser un problema. Me extraña…
- La edad no es un problema para mí, pero sí para vos.
- Me parece bárbaro que lo tengas claro.
- Te seguís defendiendo… vamos bien. Rajo antes de que pongas esa cara que no me gusta nada. Byeee.
- Chau Ale…

martes, 16 de febrero de 2010

Capítulo III: Atacado y derrotado

- Buenas tardes. ¿Cómo estás?
- Disconforme. Algo no está bien y no es nada en particular, soy yo.
- ¿En qué sentido?
- Mis constantes deseos de emoción me hacen sentir como en abstinencia cuando no los encuentro. Es un problema de toda la vida, no tiene sentido meternos ahí.

- ¿Te parece que no vale la pena indagar en algo que llamás “problema de toda la vida”?
- Tenés razón, pero en tal caso no creo que sea hoy el día para indagarlo.
- ¿Por qué? Si es una frustración de siempre, el día no debería afectar la interpretación.
- Tal vez...
- ¿Tal vez? ¡Vamos Ale! O confiás en mi criterio o perdemos el tiempo.
- No desconfío de vos, desconfío de mí. Estoy en proceso. Todo lo que te cuente hoy, tendrá cero validez mañana. La virtud en reconocerme así, radica en ignorar mis emociones diarias, ya que van y vuelven de extremo a extremo con cada hora que pasa.
- Entonces me pregunto, ¿qué clase de aporte tiene para vos hablar de algo que ya ocurrió, y que en definitiva ya tenés interpretado? No olvidemos que Ale todo lo sabe. No hay lugar para opiniones ajenas. ¿De qué te reís?
- Del comentario… tenés razón, lo merezco. Sólo te pido algo de confianza.
- Ya hablamos de ese tema Ale.
- Simplemente creo que necesitás conocerme más. Contarte cómo me siento hoy, no será tan enriquecedor como contarte por qué volví a terapia con vos.
- Ale, sos un ser inteligente como para que deba aclararte esto, pero en análisis hay algo más que importante y es que si bien el paciente decide de qué va a hablar y cómo introduce los contenidos, es el analista el que dirige la cura. ¿Querés recibir mi ayuda sí o no?
- Sí.
- Se que te interesa la psicología de todo, entonces se me ocurre una idea. Te voy a plantear un intermedio, te voy a explicar por qué hago lo que hago sin dejar de hacerlo.
- A ver…
- Vos pretendés manejarme, que salga de mi posición, y en este plano, en situación real, el paciente puede mandarse mil actings o sea, actúa lo que vía discurso no es escuchado, pidiéndole a su terapeuta a los gritos mudos “¡no ves que no me escuchás ni atendés a mis síntomas!”. Si buscás ponerme atenta a mi sentir, a mi curiosidad por vos, que seguro la tengo, a saciar mi deseo de mujer histérica que disfruta de la mirada del otro, no puedo atender a ver por qué estás aquí, qué viniste a buscar, cuáles son tus resistencias, cuál es tu verdadera demanda de análisis. Y te agrego… Algo que es ley en análisis es que en ese encuentro de dos, entre analista y paciente, hay un solo sujeto, un solo inconsciente y un solo yo: el del analizado. El trabajo del analista es justamente no interferir en ello porque en cuanto yo entro en escena, el que salís sos vos.
- …
- Entonces decidite… o me invitás a tomar un café y no tocás más mi consultorio, que creo que ya tenás clara esa respuesta o dejás de intentar levantarme y te aceptás una hora por semana como paciente. Para vos, más que para otros, sólo puede ser una decisión a consciencia.
- Dos a uno Sol.
- Te veo la semana que viene Ale.

martes, 9 de febrero de 2010

Capítulo II: Solo cuando dejes de buscar...

- Volviste. Pensé que ya no volvías. Dos meses… ¿Que habrá pasado para que desaparezcas y que estará pasando para que hayas reaparecido?


- Me fui porque me gustabas, y vuelvo porque dejaste de gustar.
- ¿Perdón?
- Esa es la verdad, el motivo que no te dije en su momento e hizo que perdiéramos el tiempo. Mejor dicho, que te hicieron perder el tiempo a vos. No tanto a mí.
- ¿Cómo que te gustaba? Si no nos conocíamos…
- Error. El año pasado, para Abril más o menos, fuimos a la misma fiesta. Era un cumpleaños de dos amigos que festejaron juntos sus 40 años. No sé si te acordás, en un salón, mucha gente…
- ¿Me estás cargando?
- Apareciste vos y quedé idiota. Estabas con alguien. La diferencia de edad no era el único problema. Le pregunté a mi prima, la mujer de uno de los cumpleañeros… “¿Quién es esa mujer?”. “Sol” -dijo, “no recuerdo el apellido, pero después te lo averiguo”.
- ¿Y cómo llegaste a mi número de teléfono?
- Teníamos gente en común, indagué, pregunté, me enteré que eras psicóloga, y dije… “¡Acá me voy a divertir!”.
- Como un pendejo insolente…
- Hay que acercarse a lo que uno desea, las cosas no ocurren solas.
- Ale, ¿de qué hablás?
- Hace mucho tiempo que dejé atrás las atracciones protocolares.
- …Me hacés reír… ¿y eso?
- Creo que se entiende: mi vida es hoy y ahora. Mi futuro se va a construir por un conjunto de elecciones en el presente, no por un objetivo definido al inicio.
- No filosofes tanto que lo único que sabías de mí, era lo que podías ver, mi aspecto.
- Otro error. También sabía que la persona con la que estabas en esa fiesta, tenía fecha de vencimiento.
- Ah, ¿sí? ¿Y qué te hizo pensar eso?
- Pará. ¿Me estás cobrando esta sesión?
- Definitivamente, a menos que quieras terminarla ahora.
- ¡Qué dureza! Nunca bajás la guardia, vos. No es algo que vi, sino algo que no vi.
- ¿Por ejemplo?
- ¡Amor!
- Y si te digo que en ese momento estábamos en nuestro mejor momento. Que mis más allegados me dijeron que me veían muy bien con esta persona.
- Les diría que no estaban mirando bien. Que se concentraron en los detalles más superficiales.
- Sos muy bueno generando suspenso, pero ahora llegó el momento de mostrarte.
- Estaban demasiado concentrados en el entorno. En mostrarse correctos. Cuando uno vive la relación hacia afuera, cuando el radar está siempre prendido, lo que falta es la tranquilidad que deviene de estar con el ser indicado. Una pareja enamorada, lo primero que expresa es una especia de ausencia. Están en su mundo, alejados. Era obvio que ustedes no eran un matrimonio de diez años, estaban pegotes, pero para el público, no para ustedes mismos. Fueron demasiado protocolares, los abrazos, las manos entrelazadas, los besos, el baile, todo ocurrió en el momento que debía ocurrir. Uno cuando ama es desprolijo y desde afuera, hasta puede resultar algo molesto.
- Sos genial. Me hacés reír mucho. No sé si será tan así, pero es cierto que esa relación se terminó.
- Teneme fe.
- Qué relajado se te ve hoy.
- No es relax. Como te dije antes, te superé. Antes era pensante, ahora soy espontáneo. Ya no me importa la impresión que te puedas llevar de mí.
- Y sin intentarlo, te volviste más interesante. Supongo que aprendiste algo.
- No, es mero azar. Hoy te pude haber interesado más, pero no porque esté más suelto o desestresado del levante, sino porque no tengo intencionalidad. Las mujeres aman observar sin ser acosadas. Necesitan tomarse su tiempo. Como hoy no vine a levantarte, a hacerme el interesante, te permitís observarme en paz. Sacarte mis ojos de encima te dio lugar a que puedas usar los tuyos. Descartando que, además, logre sacarte por un segundo del plano de análisis.
- Puede ser, pero igual yo no me banco la estrategia. Los hombres se ponen densos y en pose en lugar de, simplemente, disfrutar.
- No desestimes la estrategia que en muchos escenarios puede llegar a ser hasta romántico. Igualmente no pasa por ahí, si yo soy espontáneo siempre, pierdo el control de lo que se percibe de mí. Y si me interesás y pretendo algo con vos, no puedo dejar tu percepción al azar, la debo guiar. Guiar hacia mí.
- Otra vez el tema del control, aburren mucho a veces. Serías poco inteligente si seguís pensando así, después de lo que has logrado en esta sesión.
- Sol, sabemos que ese efecto es momentáneo. Si te permitís halagarme es porque claramente hay un límite detrás.
- Puede ser. Bueno, es la hora. Aunque me intriga mucho saber qué fue lo que pasó.
- Como pienso volver, acepto dejar acá y continuar la próxima.
- Muy bien… veo que estás aprendiendo.
- ¡No me gastes!
- Mirá, como gesto de buena voluntad, está sesión no me la pagues. Te veo la semana que viene.

Entradas populares