lunes, 30 de noviembre de 2009

Parejas desparejas

¿En qué debemos ser diferentes y en qué complementarios? Por lo general solemos buscar personas afines a uno. De esta forma creemos asegurar comodidad y cierta facilidad en el intercambio.

Esta apreciación es correcta, sin embargo, en la práctica, se desarrollan graves distorsiones entre las personas. El problema radica en el concepto. Tendemos a priorizar similitudes sociales frente a las que nos constituyen como individuos. Ojo, no quiero decir que ser parecidos socialmente hablando sea incorrecto, pero sí creo que la compatibilidad de caracteres es mucho más importante y hasta puede hasta llegar a prescindir de la anterior.

¿A qué me refiero con afinidad social? Básicamente todo aquello que está vinculado a mí como ser social. Por ejemplo: mismo barrio, misma educación, mismos tipos de trabajo, mismas familias, mismo nivel socioeconómico, mismo idioma, misma edad, mismo país, misma cultura, misma altura, mismo peso, etc.

¿Y con afinidad de caracteres? Mismos gustos, mismos pensamientos, misma filosofía, mismos placeres, mismo lenguaje, misma formas de plantear el día (o la noche), mismos temores, mismas ambiciones, mismos límites, mismos estilos...

Creo que todos tendemos a buscar lo segundo, pero el error se da cuando asumimos que lo encontraremos a través de una apreciación de lo primero. Lamentablemente esto no siempre es así. Es verdad que el cómo hemos sido criados, qué hacemos y en que entorno nos movemos explica mucho de nosotros mismos, pero también es cierto que hoy en día estamos sumamente condicionados a mantener un estilo de vida que no necesariamente es el que más deseamos.

Es por esto que muchas veces por fuera nos vemos de una forma y por dentro somos de otra. Cada día me quedan menos dudas que asumir es un arma extremadamente peligrosa que solo tiende a acercarnos al incorrecto y a su vez alejarnos del indicado.

Deberíamos poder romper con el “dolor” que nos causa relacionarnos y proyectar con alguien que “vemos” tan distinto a nosotros mismos por atributos cada día más débiles. La madre ideal para mis hijos, el abuelo perfecto para mis nietos nunca existió. Es una creación en nuestra mente que sesga las elecciones constantemente.

Tenemos que dejar de arraigarnos a personas que parecieran ser un combo ideal solo por exponer un contexto perfecto al hemos asociado con la felicidad. La amenaza no radica solamente en terminar compartiendo parte o toda la vida al lado de alguien que nos hace sentir solos en algún sentido, sino principalmente en perdernos la oportunidad de tener una relación rica producto de quién verdaderamente soy.

¡Vivan las diferencias!, ya que hoy en día es una muy buena forma de hallar un buen compañero. Ya que si de repente te encontraste frente a alguien que te resultó muy extraño y así y todo seguiste deseándolo a tu lado de alguna manera… evidentemente hubo mucho más común de lo que te permitiste observar.

“Dime a quién pretendes y te diré quién quieres ser”

domingo, 8 de noviembre de 2009

Sin lugar para los débiles

Hace poco me preguntaron si soy una persona celosa y respondí que hace algunos años era muy celoso, sin embargo en algún momento eso fue cambiando hasta que finalmente dejé de serlo.

Entonces me preguntaba ¿qué habrá cambiado para pasar de una sensación a la otra? Lo primero que me di cuenta es que los celos que sentía de más chico estaban bien fundamentados. Mis temores eran reales y era lógico que me provocaran tan dolorosa angustia y enojo. Entonces, si mis apreciaciones eran válidas, ¿por qué dejé de sentirlo?

Varios meses atrás publique una nota acerca de los celos que me pareció genial. En las primeras líneas mencionaba lo siguiente:

“Para que los celos existan siempre hacen falta tres. El triángulo está formado por el celoso, el objeto de amor o de interés y un rival, que tiene que ser igual o mejor que el celoso.”

“La presencia de un tercero real o imaginario genera una situación de "alarma" y eso es normal, porque de lo contrario no habría interés en el otro.”

Si los celos ocurren por un tercero imaginario, a terapia. Ahora cuando los celos tienen que ver con un tercero real, alguien que específicamente está amenazando mi relación, no sé si realmente hay que tratar de controlarse.

Como bien dice el párrafo de arriba, los celos son una alarma. Algo que nos alerta de un posible peligro a nuestra teórica felicidad. El problema es que el riesgo siempre existe, tengamos o no identificado a nuestro enemigo.

La amenaza para un hombre es el resto de los hombres o el resto de las mujeres para una mujer. Todos o ninguno es lo mismo al final. No hay control posible. Al aceptar esta realidad, temer perder a alguien en manos de un tercero, es igual que temerle a la muerte. Tarde o temprano aprendemos a convivir con esta circunstancia inevitable.

¿Y por qué todos son un riesgo? Porque a su vez, todos tenemos debilidades. Algunas más personales o individuales otras más genéricas. Por ejemplo, los hombres son más débiles a la atracción física. Son mas babosos en general que las mujeres o les cuesta mucho más decir que no a una mujer atractiva que los busca. Esto es más que obvio.

Las mujeres son más débiles a la contención y la protección. Son afectivamente más dependientes, lo que las vuelve mucho más vulnerables en los momentos que se sienten solas, rechazadas o no queridas.

Esto es LEY lamentablemente, o al menos para mí. Un hombre siempre será más vulnerable en la medida que tenga poco sexo (y diversión) con su pareja y muchas hembras dando vueltas en su mejor estado. La mujer siempre será vulnerable cuando su pareja la descuide y haya hombres dando vueltas con su mejor discurso Superman y Lois Lane.

Tener esto claro, además, nos permite evitar las terribles desilusiones que suelen ocurrir muy seguido. Por ejemplo, el hombre presume y luego evidencia que la mujer enamorada no puede tener relaciones con otro hombre con no sea él. Ella lo vende y lo demuestra. De hecho pareciera que no les gusta nadie más que uno. Lo que solemos ignorar o nos negamos a creer, es que al sentirse sola esa ecuación puede cambiar rotundamente. Y aquel goma que no le mueve un pelo, el día correcto apareció con su mejor abrazo.

Capaz es verdad que no le gusta nadie, o que realmente te elige a vos por sobretodos los demás, pero no sobre ella misma. Y como pulsión de supervivencia, cuando hace falta un abrazo, si Batman no está, Robin también hace bien y te puede rescatar de una noche de angustia.

Al hombre le pasa lo mismo. Solo que en él, la necesidad no pasa por contención (en la mayoría de los casos) sino por diversión. El hombre necesita esencialmente divertirse con su mujer. No solo con su mujer, sino en casi todas las cuestiones de su vida. Es un eterno buscador de entretenimientos. A algunos les enloquece trabajar, la guita, a otros el futbol, algún hobby, las minas, los autos, la play, los amigos, etc. Los bajones al largo plazo lo ahuyentan. Le saca las ganas.

Un hombre insatisfecho, será mucho más vulnerable a una mujer en celo (sexy, provocadora, bronceada, gimnasio, ropa provocativa, etc.). Esa es su debilidad.

Entonces, volviendo al origen, ¿por qué se me fueron los celos? Por un lado porque entendí lo que puede pasarme de acuerdo al contexto y momento que estoy viviendo. Eso me ayuda a prepararme para la tormenta cuando veo el cielo cerrado, en lugar de seguir fantaseando que, a pesar de escuchar truenos y ver las nubes como taparon la ciudad, capaz sale el sol y no llueve.

Por otro lado, porque deje de hacer preguntas que promueven mentiras y que además ya sabemos las respuestas. Porque si pregunto y lo que sigue no es de mi agrado, lo más probable es que me chamuyen. O capaz no me mienten, sino que ni el otro entiende lo que le está pasando. No nos olvidemos que a veces, cuando nuestra verdad nos hace daño, nos cuesta más afrontarlo.

Y finalmente porque aprendí a perder. La mejor forma de retener a alguien es seduciéndolo a que te siga eligiendo, sumarle, y no a través de una serie de reglas que buscan egoístamente disminuir el riesgo que tienen todos los vínculos afectivos. Si cobrás y festejas tus éxitos, hay que saber pagar y sobrellevar los fracasos.

Uno buscar lo mejor para uno pero no siempre sucede. Entonces, cuando lo que vemos ya no nos hace bien, la mejor manera de reducir el daño es aceptar la pérdida y alejarse lo antes posible. Ya que cuanto más débiles terminamos, menos energía nos queda para la siguiente (o nueva) oportunidad.

martes, 3 de noviembre de 2009

Los carenciados

La necesidad es una sensación de carencia de algo elemental para el desempeño de la actividad humana.

Según Maslow las necesidades Las necesidades están jerarquizadas:

Necesidades fisiológicas, comida, bebida, vestimenta y vivienda.
Necesidades de seguridad, seguridad y protección.
Necesidades de pertenencia, afecto, amor pertenencia y amistad.
Necesidades de autoestima, autovalía éxito y prestigio.
Necesidades de autorealización, de lo que uno es capaz, autocumplimiento.

Conforme se satisfacen las necesidades más básicas, los seres humanos desarrollan necesidades y deseos más elevados.

Los cuatro primeros niveles pueden ser agrupados como «necesidades de déficit» (deficit needs o D-needs); al nivel superior lo denominó «autoactualización», «motivación de crecimiento», o «necesidad de ser» (being needs o B-needs). «La diferencia estriba en que mientras las necesidades de déficit pueden ser satisfechas, la necesidad de ser es una fuerza impelente continua».

La idea básica de esta jerarquía es que las necesidades más altas ocupan nuestra atención sólo cuando se han satisfecho las necesidades inferiores de la pirámide.

La insatisfacción de estas necesidades puede provocar cierto grado de cinismo, disgustos, frustración, depresión, invalidez emocional, alineación, enfermedades o incluso la muerte, dependiendo el faltante.

Mi intención en este ensayo es describir las consecuencias en la conducta de las personas carentes afectivamente.

En primer lugar, una persona puede sentirse poco querida o sola, y a la vez ser receptora de mucho “aparente” cariño. Esto es porque la forma en la que uno debe recibir el afecto debe cubrir tres necesidades: Asociación, participación y aceptación.

Si, por ejemplo, la forma en la que me quieren es siempre y cuando me comporte de una determinada manera, no estoy siendo aceptado tal cual soy. Esta forma de cariño no cubre mi necesidad afectiva.

Por eso muchas veces encontramos familias felices en apariencia con hijos o matrimonios efectivamente tristes y/o solitarios.

La carencia afectiva también puede darse a través de una pérdida. Las pérdidas pueden ser voluntarias como involuntarias. Igualmente en cualquiera de ambos casos, si uno no ocupa el vacío generado, desarrolla una conducta carente.

¿Y cómo se comportan los carenciados? En general desarrollan temores o mayor aversión al riesgo. Aquello que tengo eleva su valor si resulta ser lo único o poco que poseo. Esta característica limita la posibilidad de negociar, ni que hablar, de ambicionar.

Las decisiones siempre están orientadas hacia la no pérdida en lugar de hacia la mayor ganancia o beneficio.

Si lo trasladamos al plano afectivo, es probable que mi necesidad de ser querido, aceptado, me presione a optar frente a una persona que me ofrezca esta clase de vínculo, indistintamente que el enamoramiento no haya tenido lugar.

Esto no siempre ocurre solo en el arte de elegir, sino también al dejar de elegir. De encontramos insatisfechos con nuestra pareja, si perdimos atracción o enamoramiento, si sus tratos cambiaron o dejó de ser la persona que era, mis faltantes afectivos con otros vínculos condicionaran mi facultad de poder alejarme.

Las pérdidas también provocan alternaciones en nuestras conductas. Perder a los padres cuando uno aún es joven y estos cumplen un papel relevante en nuestra vida, perder un amigo, romper con un amor, un ser querido que se va a vivir lejos, etc., son todas situaciones que nos limitan a la hora de tomar decisiones afectivas. Sin embargo, son momentos excepcionales que bien procesados uno debería volver a un estado de bienestar nuevamente.

El problema que evidencio se da principalmente en las personas que viven en una constante necesidad insatisfecha de afecto. Aquellas que por elección o mala suerte no revierten contextos desafortunados presionados a lo largo de su vida a abandonar sueños y anhelos.

Lo observo como una detención, una interrupción en el camino natural que debería transitar la motivación de las personas. Por eso se observan individuos que perduran en el tiempo siempre igual, sin modificaciones, sin evolución, con las mismas quejas o las mismas problemáticas. Con deseos que no solo nunca se conquistan sino que además jamás se intentan. Año tras año inmóviles en el mismo “lugar”, como sucediendo una especie de privación en la posibilidad de actuar.

La solución es fácil: Reconstruirse. Reconstruir vínculos. Dejar los malos, buscar nuevos y buenos. Es así de simple. Como suelo decir siempre, en ciudades tan pobladas hay personas para todos. Solo hay que hacerles lugar, y encontrar el trabajo personal o el coraje que nos de valor para hacerlo. Y lo más importante, una vez hallados, apostar y confiar. Como en la niñez o adolescencia, dónde uno es lo suficientemente inconsciente o ingenuo como para detener algo que pinta bueno.

Y finalmente, ¿por qué? Supongo que porque toda clase de libertad provoca una sensación de bienestar. Porque entusiasma elegir lo que deseo beber, a tomar cualquier cosa por temor a que se acabe el agua. O capaz simplemente por dejar latente la expectativa de alcanzar esa inalcanzable autorealización...

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Autorrealización: Son las necesidades más elevadas, se hallan en la cima de la jerarquía, y a través de su satisfacción, se encuentra un sentido a la vida mediante el desarrollo potencial de una actividad. Se llega a ésta cuando todos los niveles anteriores han sido alcanzados y completados, al menos, hasta cierto punto.

Maslow dedujo de sus biografías, escritos y actividades, una serie de cualidades similares; estimaba que eran personas:

centradas en la realidad, que sabían diferenciar lo falso o ficticio de lo real y genuino;
centradas en los problemas, que enfrentan los problemas en virtud de sus soluciones;
con una percepción diferente de los significados y los fines.

En sus relaciones con los demás, eran personas:

con necesidad de privacidad, sintiéndose cómodos en esta situación;
independientes de la cultura y el entorno dominante, basándose más en experiencias y juicios propios;
resistentes a la enculturación, pues no eran susceptibles a la presión social; eran inconformistas;
con sentido del humor no hostil, prefiriendo bromas de sí mismos o de la condición humana;
buena aceptación de sí mismo y de los demás, tal como eran, no pretenciosos ni artificiales;
frescura en la apreciación, creativos, inventivos y originales;
con tendencia a vivir con más intensidad las experiencias que el resto de la humanidad.

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