lunes, 23 de mayo de 2011

Nunca confíes en una mujer con gafas - VII -

Un día vi a una paloma comerse una feta de salame en la plaza del barrio. Se están preparando para comernos a todos, pensé. Otro día, escuché coger a mis padres. Un show tan siniestro como el de la paloma. Lo que quiero decir es que hay días que no se olvidan y, ahora que lo pienso bien, supongo que estas marcas indelebles están necesariamente asociadas a vivencias traumáticas. El día que Andrés me presentó a Sofía bien podría entrar en esta lista.

Como si se tratara de mi madre, mi amigo no hizo más que hablarle a la pobre chica de mi manía por el pelo, de mi escasa voluntad, de mi lenguaje abstracto y demás razones por las que mi ex me había abandonado. Yo no lo podía creer. Estaba avergonzado y furioso, notaba que Sofía iba perdiendo su curiosidad en mí y que Andrés se divertía a mi costa poniéndome en ridículo y haciéndome transpirar hasta el culo. Pasaron ya unos cuantos años desde entonces y hoy Sofi es la mujer con la que comparto gran parte de mi vida. Y yo no puedo dejar de preguntarme cómo es eso posible después de aquel día trágico y cuánto tuvo que ver, en definitiva, la exposición de Andrés -mi exposición, en realidad- para que este presente del que les hablo sea posible.

Como sea, ese día empecé a creer más en la ironía del destino y menos en las medias naranjas, más en la amoralidad de los medios y la imprevisión de los fines y menos en un camino recto de causas éticas y efectos virtuosos, más en la paciencia de una mujer que en su posibilidad de ser conquistada. Pero sobre todo, ese día, gracias al hijo de puta de mi amigo, empecé a creer en la amistad. ¿Quién es un amigo? ¿Qué se debe hacer cuando un amigo tiene un problema o sufre por algo? ¿Existe una moral de la amistad? ¿Es la verdad el valor que alimenta la amistad? ¿Se le puede mentir a un amigo? ¿Cuándo? ¿Por qué razones? Supongo que cada uno responderá a estas preguntas de distinto modo. El mío podría resumirse en la premisa: "es mi amigo el que quiere mi felicidad", o su variante "me considero amigo de todos aquellos a quienes deseo la felicidad".

Ahora bien, esto de la felicidad lalala suena un poco raro y ahora seguro me caen encima, de nuevo, acusaciones por usar un lenguaje abstracto etcétera. ¿Quién define lo que es la felicidad? ¿Es la felicidad lo mismo para todos? ¿Puede un amigo saber mejor que uno cuál es el camino para alcanzarla, al menos por un rato? ¿Puede uno aconsejar a un amigo sobre qué alternativa elegir para tratar de ser feliz? De nuevo, muchas preguntas y no es que me esté atajando ni nada y esto no es una limpieza de conciencia ni mucho menos. Estoy muy tranquilo con lo que hice porque Andrés es mi amigo, yo deseo su felicidad tanto como él desea la mía, y el hecho de que no coincidamos en cuál es el mejor camino para perseguirla es, a esta altura, una diferencia esencial pero menor.

Lo que creo es que, a veces, Andrés equivoca los caminos. Le vivo diciendo que para encontrar lo que busca, esa sutileza, eso que se presenta como algo diferente a lo normal, él debe poner también lo suyo, proponer algo diferente a lo de siempre. Es casi una cuestión matemática: mientras siga conquistando mujeres con sus modos de siempre, mientras siga construyendo castillos de naipes donde reina la fantasía, va a obtener los mismos resultados una y otra vez. Resultados que no son malos o despreciables, claro está, no existe tal cosa, pero que lo terminan aburriendo. De todo se aburre, de todas se aburre. Los castillos se derrumban con la primera brisa de la mañana y las cartas quedan desparramadas por el suelo y todo pasa muy rápido y así de rápido llega el final.

Hay un arte en la conquista pero también hay un arte en la preservación y en el cuidado del amor y del otro. Yo aprendí a creer en este arte de la conservación un poco gracias a Sofi y quisiera transmitirle algo a él de todo esto. Y con esto no estoy queriendo decir que deba apostar todas sus fichas a Florencia, tampoco me cae muy bien su histeria, pero sí creo que al lado de ella, de alguien a quien conoce con un poco más de profundidad, puede aprender a abrirse más, a perder el control y no buscar tener todo cocinado, a pensar, como dice en el sabio puente de Juan B. Justo y Córdoba, que toda víctima es, secretamente, también victimario y a construir no un castillo de naipes sino uno de ladrillos alemanes.

Yo con el tiempo, ese tiempo que hace falta para entender y que quita penas y da razones, supe que aquel día Andrés no estaba burlándose de mí ni estaba poniéndome en ridículo sino que había elegido una forma de presentarme sin ambages ni seducciones mentirosas, más cercana a lo que soy, con la perspicacia suficiente para ver que podía caerle bien a esta mujer mostrando lo peor de mí. Y hoy no puedo más que agradecerle por todo eso. Y entonces lo que hago ahora es un intento similar de devolverle algo en ese mismo sentido. No soy tan perspicaz como él pero si lo necesario para creer que algo bueno puede pasarle si lo saco un poco de aquellos lugares que siempre transita.

La cosa fue así, no tenía nada de ganas de seguirlo ni de caminar ni de nada pero a veces encuentro menos sufrimiento dejándome llevar que diciendo que no. Mi idea era sacarme el asunto rápidamente de encima e intentar disuadir sus ganas, de paso. Caminé lo más rápido que pude y llegamos en minutos a la avenida. Ya pasó un poco la época en la que verme envuelto en sus aventuras me divertía o en que disfrutaba del provecho que tangencialmente me tocaba. Cuando me pidió que subiera al taller me quise morir pero en el afán de terminar con el tema e irme a dormir, olvidé mi pudor británico y subí. Apenas entré, ahí la vi. Supe que era ella. Su mujer con gafas. La reconocí enseguida, porque lo conozco a mi amigo. Y también reconocí enseguida que había ahí una puerta para que Andrés vuelva a pasar por lo mismo: una conquista más, un mundo de fantasías más, más promesas y desilusiones. No tengo nada en contra de ella. Particularmente, quiero decir. Pero ya ven que tengo algo en contra de la idea que ella representa. Tuve a mi alcance la posibilidad de alejar a Andrés de una ecuación repetida y así lo hice. Demoré un rato en el taller, la profesora no estaba nada mal, y cuando bajé hice lo posible para llevármelo rápido de ahí y que no la viera. No soy muy bueno mintiendo, creo que se me notó, pero le dije que su chica no estaba, que estaba de viaje, que volvía no se en cuanto tiempo y no se qué otra cosa con la esperanza que de a poco vaya olvidándose de ella. Conociendo a Andrés se que va a ser difícil. Por eso es que voy a volver al taller, para asegurarme de darle un cierre razonable a todo esto. Espero que con el tiempo pueda entender lo que hago como un gesto de un amigo que quiere su felicidad.

domingo, 8 de mayo de 2011

Nunca confíes en una mujer con gafas - VI -

De: florenciatrucco@hotmail.com
Para: andres.benard@gmail.com
Asunto: Mi "último" falso despido

Siempre que hablo con vos quedo agotada. Tenés un imponente concepto sobre ti mismo que no me otorga cabida y me cansa mentalmente. No hay manera de llegar a vos con esa percepción que tienes que no estás hablando con vos mismo y que solamente una persona con todos tus mismos conocimientos es capaz de deslumbrarte por tener la razón absoluta.

Si así lo ves, nada de lo que yo te diga lo considerarás como verdadero. Las soluciones las tenés únicamente vos. Con cada respuesta que se revela para mí como el problema obvio, para vos pasan desapercibidas por esa visión tan extrema. No ves un punto medio porque estás parado en un extremo al que no dejas llegar a nadie y así ayudarte a ver las cosas de una manera más neutral.

Lo que Andrés necesita es un equilibrio. Tu extremo Yang está caracterizado por tu escaso aprecio por las cosas más importantes, las relaciones humanas. Tu conocimiento te vuelve prisionero de ti mismo y te aísla. Mientras más sabes menos aprecias. Agradeces menos porque como todo lo sabes nada te sorprende. Como no te sorprendes, te aburres de las personas. Entonces te vuelves prepotente, soberbio, hasta amargo en tu forma de expresarte. Es un extremo totalmente egoísta, y centrado casi completamente en vos.

¿Qué te divierte? la conquista. No solamente de mujeres sino de la gente en general. Tu combustible son las personas que te admiran y piensan que eres grandioso por tus puntos de vista objetivos que se identifican con sus vidas. Montas un espectáculo en tu trabajo, con tus amigos, con tu familia, por internet, con las mujeres, pero es todo para sacar provecho para vos mismo. No dejas que el resto participe en el show. Cuando los otros quieres participar es cuando suprimes sus personajes. Porque tú eres el único con derecho sobre tu escenario y los demás se tiene que adaptar a eso. Si no se adaptan, los expulsas. Y te vas quedando solo con la luz de foco sobre vos.

Todo en este mundo esta interconectado, una cosa lleva a la otra, es por eso que estas como estas. Es por eso que todos estamos unidos, la acción de uno lleva a la reacción de otro y así sucesivamente. La hoja cansada del otoño no caerá sin que pase algo después del desprendimiento de su rama. Absolutamente todo lo que pasa bajo este sol une a los seres humanos porque de ellos se origina y se comparte por igual. Pero vos no queres participar. Te negás a ser parte de "los demás" desequilibrándote una y otra vez en un ciclo eterno que va jugando en tu contra y te va consumiendo.

Te amo Andrés pero te amo bajo lo que es mi concepto de amor, no por el valor que tu le adjudicas. Sé que vienes a mí porque quieres sacar provecho para ti mismo. No porque verdaderamente aprecies algo lindo en mí. Tu naturalidad se perdió en la secuencia y monotonía de tus conquistas, para verte grandioso, no para tomar en cuenta al otro. Necesitas planear algo para conquistar, ya que un verdadero y de corazón "eres una mujer hermosa, te amo" o más simple aún "Cómo estás, me he acordado de ti" simplemente no te nace.

No quiero que planees algo para mí. Si no te provoco un simple "¿Cómo estás?" no quiero una majestuosa entrada tuya con alfombra roja incluida. Gracias, pero no me interesa. Porque te va a seguir envolviendo a vos, no a lo que yo valgo y vos considerás. No será la forma de conquistar a esta espectadora porque te falta la belleza que más aprecio en los hombres, la sinceridad.

Perdoname lo largo del correo, no lo puedo evitar. Cuando siento y tengo ideas en la cabeza me explayo. Ya sé, parece una despedida más. Ojalá esta vez esto se traduzca en un efecto que definitivamente me permita alejar de vos. A medida que pasan los días, las cosas suelen verse y sentirse diferentes. Siempre caigo. Me precipito a expresar sin dejar asentar. Pero si hay algo de lo que estoy segura que se va a mantener constante en el tiempo... y es que mientras vos continúes siendo de esta manera, mi felicidad a tu lado es y será siempre, solo una trampa de mi imaginación.

Cuidate,

Flor

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