viernes, 4 de septiembre de 2009

El Dualismo

Ajedrez

En su grave rincón los jugadores
Rigen las lentas piezas. El tablero
Los demora hasta el alba en su severo
Ámbito en que se enfrentan dos colores.

Dentro irradian sus mágicos rigores
Las formas: torre homérica, ligero
Caballo, armada reina, rey postrero,
Oblicuo alfil y peones agresores.

Cuando los adversarios se hayan ido,
Cuando el tiempo los haya consumido,
ciertamente no habrá cesado el rito.

En el Oriente se encendió esta guerra
Cuyo escenario es hoy toda la Tierra.
Como el otro, este juego es infinito.

J.L.B.

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Casi todos los días, sin darnos cuenta, nos encontramos caminando sobre símbolos masónicos. Seguramente habrán visto esas veredas donde se alternan rombos o cuadrados negros y blancos. Bueno, eso es un símbolo que representa la dualidad, el negro y el blanco, el día y la noche, el bien y el mal, Dios y el diablo, el cielo y la tierra, la virtud y el vicio, la luz y la obscuridad, etc.

Estas veredas tienen como finalidad hacernos recordar que estamos siempre en presencia de ésta dualidad, que no podemos librarnos de ella. Está en todos lados y todo el tiempo, es necesaria.

Esta dualidad la encontramos en la filosofía con el nombre de teoría de los opuestos. Todas las cosas, nos enseña dicha teoría, para que podamos ser consientes de ellas, necesitan su contraparte, algo con que podamos compararlas: la luz no sería luz si no existiera la obscuridad, la virtud no sería tal si no existiera el vicio.

Pensemos en una persona ciega de nacimiento. ¿Como le explicamos el sentido de la visión? Mas que explicarle que es ver, algo sin dudas complicadísimo, ¿como puede él llegar a entenderlo? Es imposible, no conoce la sensación de la vista, y, a menos que la experimente, de nada le servirán nuestras explicaciones. Lo interesante es que, como no sabe en que consiste el don de la vista, tampoco es consiente de su opuesto, la ceguedad. Es ciego, pero no es consiente ello ya que no tiene algo con que compararlo. Igualmente inútiles serán nuestros esfuerzos por explicarle que es ciego, simplemente no lo va a entender (en el sentido de ser consiente de la situación, quizá pueda entenderlo como una idea abstracta, pero no como nosotros lo entendemos). Parece ilógico que siendo ciego no pueda tomar conciencia de su condición, pero por la falta de un opuesto, un punto de comparación, así es.

Nosotros sí sabemos en que consiste la facultad de la visión porque podemos cerrar los ojos y dejar de ver, lo podemos comparar, pero alguien que solo tiene una de las dos partes no conoce ninguna. Solo cuando el ciego reciba la vista se va a dar cuenta que era ciego. Porque ahora ve, se dará cuenta que antes no veía, y va a decir “Ahora veo, esto es ver; antes no veía”. Recién ahí, cuando tenga acceso a las dos opciones opuestas, hará el click y será consiente de ambas. Se es consiente de ambas o de ninguna.

Esto mismo pasa con todas las cosas, si todas las personas midieran 3 metros, no existirían los altos, porque todos serían iguales; por esto mismo no podemos dimensionar nuestro tamaño, hay cosas infinitamente mas pequeñas y cosas infinitamente mas grandes, no tenemos punto de comparación!

Pasemos ahora a otra dualidad, el bien y el mal. ¿Que es lo bueno y que es lo malo? ¿Quien decide? Tras analizar estas preguntas muchos han concluido que no es posible que haya algo absolutamente bueno o malo, mas bien las cosas son buenas o malas en función de algo. Por ejemplo, en nuestras leyes nos regimos no por lo bueno o por lo malo como en la ética, sino por lo legal y lo ilegal. Las cosas son legales en función del bien común, ése es el fin de una sociedad, buscar el bien común; entonces lo que contribuye a este fin es legal y lo que va en contra es ilegal. Todo se determina en función de ese fin. Por lo tanto, si las cosas son buenas o malas siempre en función de algo, quiere decir que no lo son absolutamente, ya que determinada cosa puede ser al mismo tiempo buena en función de A y mala en función de B. Simplemente son parte de un todo y según las circunstancias pueden ser buenas o malas. Hay un ejemplo que es clarísimo. Satanás y Prometeo, el mismo mito interpretado en formas completamente opuestas.

Satanás, según leemos en Génesis, dio a Adan y Eva el conocimiento del bien y el mal, conocimiento que según la escritura era propio de los dioses; lo cual es visto como algo terrible ya que por esto las personas empezaron a pecar. Prometeo robó una llama del fuego sagrado de los dioses y se la dio al hombre (el fuego representa el conocimiento). Si bien esto le valió un terrible castigo por parte de Zeus, Prometeo llegó a ser llamado el primer amigo del hombre por el maravilloso regalo entregado. En ambas historias los personajes dan al hombre un conocimiento que era propiedad de los dioses. Lucifer, que de hecho significa "el que lleva luz" (Luci viene de Lux= luz y fer de Fero= llevar) llegó a ser el gran enemigo del hombre por hacer lo mismo que Prometeo, el primer amigo del hombre. Dos cosmogonías de dos culturas diferentes, la misma historia pero interpretada en forma diametralmente opuesta.

Lo importante de todo esto es notar que en la dualidad, ambas partes son absolutamente necesarias, sin una de ellas la otra deja de ser.

¿Por qué es importante este conocimiento? Por muchísimas razones, pero bastemos con que nos sea útil para que pensemos, mientras caminamos por las veredas negras y blancas; que gracias a que existen los problemas la humanidad a podido progresar, gracias a que existe el miedo podemos ser valientes, gracias a que tenemos todo tipo de dificultades podemos ser magnánimos.

Gracias a esta dualidad necesaria podemos apoyarnos en lo malo y sacar lo mejor de nosotros.

2 comentarios:

Ale dijo...

Perdón... sigo sin inspiración y como me encantaban los ensayos que solía publicar Ariel Barcefá, aca va otro.

Marina dijo...

Parate sobre tus escombros sólo después de haber estado enterrado en ellos. Bien hasta las narices. Y vas a ver, vas a ver cómo te darán altura para valerte de ellos y trepar así hacia nuevos destinos. Nuevos miedos. Nuevos riesgos. Nuevas formas de vos.

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