domingo, 24 de febrero de 2008

El Crepúsculo del Sentido Común

Veamos lo que dice el diccionario sobre sentido común: facultad atribuida a la generalidad de las personas, que le permite juzgar razonablemente verdades y principios generales que todos los hombres reconocen como ciertas y evidentes.

Lo que no dice el diccionario (y es muy importante tener en cuenta) es que esas “verdades y principios” que “los hombres reconocen como ciertas y evidentes” son creación de los propios hombres, de la propia sociedad como tal. Lo que ocurre es que este sentido o identidad construida por la sociedad es naturalizado y, por ende, se asume que proviene desde fuera, desde antes, que es la única construcción posible y que no es posible el cambio. Sucede que la sociedad nunca es consciente de sus propias creaciones, se olvida de su decisión de creer, de que todo es cultural. Así pierde su autonomía y permite la persistencia de la sumisión inmediata al orden, que inclina a querer lo inevitable y hace parecer innato lo adquirido. Es necesario cuestionar la representación del mundo que hacemos, poner en duda nuestros imaginarios sociales. Es preciso comprender que las cosas del mundo material no tienen existencia en sí mismas ni existen cualidades objetivas en ellas. El sentido de las mismas lo produce el hombre. Las propiedades de una cosa emergen por obra de un proceso de significación. Si no pensamos en esto, nos entendemos a nosotros mismos como sometidos a la naturaleza de las cosas y no a un orden social al que le es posible el cambio.

En este sentido, luego de esta exposición filosófica, cuestionemos algunos imaginarios. Los símbolos no son las cosas que representan. No es condición necesaria expresar elocuentemente con palabras lo que uno siente. Las palabras son... son.... son palabras, nada más. Son símbolos que representan, generalmente mal, las sustancias, las ideas, las sensaciones. Todo lo que podamos decir del amor, incluso las palabras más lindas de los poetas más inspirados, no expresa una idea completa de lo que verdaderamente el amor es.

Veamos, por ejemplo, lo que dice el diccionario sobre
Amor: afecto por el cual el ánimo busca el bien, verdadero o imaginado, y apetece gozarlo. (¿Es esto el amor?).
Fidelidad: observancia de la fe que uno debe a otro.
Belleza: propiedad de las cosas que nos hace amarlas.

Lo que uno busca a la hora de expresarse mediante palabras es darle a entender al otro lo que le está pasando. Pero el lenguaje no es vehículo del pensamiento. No hay una correspondencia entre la intención de decir y lo que digo. La expresión nunca es total. El lenguaje expresa alusivamente, da rodeos, nunca nos lleva de la mano hasta las cosas mismas. Las palabras deben ir acompañadas por hechos o acciones que las respalden. Estos símbolos por sí solos carecen de credibilidad. Esa es su condición, representan algo, es decir, no lo son. Sin ese algo al que representan, no son símbolo de nada. En cambio, las acciones, los hechos, para el buen interpretador, tienen significado por sí solas.

Muchas veces buscamos en las palabras lo que los hechos no nos demuestran. Gran error. Si no hay acciones o hechos, es porque NO HAY NADA. La ilusión que generan las palabras es un simple conformismo ante la incapacidad de enfrentar lo que en verdad sucede, por más cruel que resulte. Las palabras no rescatan una relación de una situación de conflicto en la que una de las partes se siente disconforme o insatisfecha.

Lamentablemente, cuando estamos condicionados por efectos emotivos muy intensos, uno tiende a manipular los símbolos para que se ajusten al propio deseo.
– ¡Decime que no me amas más y no te jodo nunca más!
– No te amo.
La manipulación puede llegar al punto de justificar esta respuesta al punto de negarla.
– ¡Es mentira, en realidad me amas pero tenés miedo!
En definitiva, creemos lo que queremos creer.

En otras ocasiones lo que manipulamos es la ausencia de palabras. Creemos que porque no se dijo algo respecto de lo que está pasando, no está pasando. Pero no es errado pensar que, a veces, las palabras no son el camino más directo para dar cuenta de lo que está pasando. Es difícil saber qué hacer cuando las palabras del otro son tan contradictorias. Lo que nos puedan decir con palabras es ficción y, en el caso en que haya ausencia o desaparición de sensaciones, probablemente, sólo dilaten una separación. Si hemos planteado una relación que necesite aclarar con palabras dónde estamos o hacia dónde vamos, es porque los hechos, las actitudes, los gestos y otras formas de expresión no han sido claros, y lo que buscamos en las palabras es sólo el salvavidas de un naufragio previsible.

Manipular lo que decimos es mucho más fácil que manipular lo que hacemos. En general tendemos a utilizar palabras que poco tienen que ver con lo que sentimos. Permanentemente jugamos a decir cosas sólo porque especulamos con lo que el otro pueda llegar a sentir. Lo que desconocemos es que si realmente actuáramos siendo honestos con nosotros mismos en lugar de actuar en relación a lo que el otro dice o hace, no perderíamos tanto tiempo por miedo a conocer una realidad. Produce una sensación más negativa la duda constante que la verdad, por más dura que sea. La duda es una roca que obstaculiza nuestro camino y, en tal caso, es nuestro método para llegar a la verdad. Pero estancarse en la duda es peligroso, libera un sin fin de explicaciones contradictorias que, muchas veces, son más duras que la realidad en sí. O sea nos lastimamos a nosotros mismos tratando de interpretar algo que sólo vamos a sortear cuando nos enfrentemos con la realidad.

En definitiva, ¿qué es tan grave en la exposición? ¿Para qué sirven los escudos? Para dilatar, para estancarnos. Los escudos no sirven para no sentir, sólo sirven para que el otro no se de cuenta. Si dos personas que jamás dan el primer paso se cruzaran en sus respectivos caminos, es posible que por escudarse, nunca lleguen a relacionarse.

Entonces, es prioritario buscar un estado de cosas en el cual la suma de actitudes y conductas y miradas y gestos hagan que las palabras no sean necesarias. Es necesario, por un lado, aprender a expresarse mediante otros métodos que no impliquen solamente la expresión oral. Hablo de una comunicación que involucre en un sentido más completo al cuerpo. Y, por el otro, hay que aprender a interpretar esos modos de expresión alternativos, esos indicios, que hacen que las palabras se vean ridículas, como se ve ridículo quien relata lo que está haciendo en el mismo momento en que lo está haciendo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Coincido en algunos conceptos que poseés como "tu verdad".Considero que cada uno es propietario de sus verdades. Acerca del Amor...me parece que es relativa la definición. Fidelidad: para mí, es mucho más importante ser fiel a uno mismo, de ahi provendría(potencial), la fidelidad hacia otra persona.Respecto a la Belleza: la belleza "está" y es propiedad de cada persona, poder apreciarla o no; sino, por qué hay cosas que para unos son bellas y para otros no lo son?....

De todas maneras, me encantó comenzar a leer tus ensayos y como dice "anónimo", aparentemente te gusta mucho la psicología, le das mucho valor a las palabras. Es Mi apreciación.

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo con que las palabras son solo palabras pero no hay que subestimarlas
Lo que hacemos generalmente es no pensar como afectan en el otro.
Cuando decis que “Si no hay hechos no hay nada”, totalmente no hay nada mas que palabras, ahora para que usar estas palabras vacías??? si no hay nada importante que decir es mejor callar. No hay conexiones ni demostraciones mas intensas que las que están ausentes de palabras. Pero no significan que estas no afecten.
Seria mas sincero con nosotros mismos y con el otro evitar decir palabras sin sentido.

shiheav

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