jueves, 28 de abril de 2011

Nunca confíes en una mujer con gafas - V -

Caminamos hasta Zapiola y de ahí le dimos derecho hasta Lacroze. Por la numeración, el taller debía estar cerca de la esquina. Yo estaba entusiasmado. Martín, en cambio, no quería saber nada. La discusión y la comida lo habían agotado y su cuerpo pedía cama. Anduvimos callados casi todo el camino y a paso rápido. En quince minutos estábamos ahí. Apenas entrando en la avenida ya se veía un cartel iluminado colgado al frente de una casa antigua de dos plantas. Reconozco que no tenía claro lo que buscaba, pero no imaginaba encontrarlo tan fácil. Ni preguntarle a algún vecino hizo falta. Ese era, sin dudas, nuestro lugar. La ventana del primer piso estaba abierta de par en par y daba a un balcón. Las luces estaban todas encendidas y se podía ver que adentro había acción. Era una clase de arte. Cuatro personas atendían cada uno su bastidor mientras una chica iba y venía. Se notaba que había más gente en el lugar.

- ¿Qué hacemos?
- Nada, qué vamos a hacer...
- ¿Cómo que nada? ¿Para qué vinimos hasta acá, entonces?
- Andrés, ésta fue tu idea y es tu locura y tu pérdida de tiempo. Si pensás hacer algo, hacelo ahora y tratá de ser breve.
- Boludo, yo no puedo entrar, si está la mina y me ve va a pensar que soy un loco. ¿Por qué no entrás vos y preguntás de qué se trata? Además, a vos te gusta el arte. Yo no tengo idea.
- ¿Y qué ganas? ¿Qué querés saber? Es una clase, nada más.
- Al menos quiero saber si la mina tiene algo que ver con esto. Si me mando yo y resulta ser la profesora o alguna alumna me entierro en el mismo acto. En cambio, si averiguás vos me das tiempo a pensar alguna estrategia de acercamiento más interesante.
- Tenés la excusa perfecta, entrá con el señalador en la mano y decí: ‘¿A alguien se le perdió esto?’. Con eso ganas, teneme fe.
- Está bueno, pero no traje el señalador. Atendé, la mina tiene el pelo lacio, largo, castaño claro ponele. Será alta como yo, una mirada directa cuando te escucha y no regala sonrisas. Debe ser algo tímida. Mirá que yo la vi en la calle así que si es la profesora imagino que en su ámbito se debe manejar con más desenvoltura. Si está presente, te vas a dar cuenta. En el peor de los casos, tratá de registrar bien todo lo que veas y después me contás. ¡Dale!, no dudes. Vos dibujás. Es mucho más simple para vos hacer una consulta de este tipo. Yo no sabría ni por dónde empezar.

Y se fue nomás. Me quedé esperando en la esquina, inmóvil a pesar de la ansiedad. ¿Pero qué otra cosa podía hacer? Al menos quería disfrutar la historia. Si ahora me pienso solo, parado en una oscura esquina cualquiera de Colegiales, esperando como un amigo despliega el papelón de su vida por una chica de la que no sé nada, no puedo más que sonreír. Miraba todo el tiempo hacia arriba mientras construía la fantasía en mi cabeza, el mejor alimento de mis adicciones, lo que me hace ignorar el día, la hora, las responsabilidades, el trabajo, ayer y mañana, lo que me hace buscar y rebuscar esos pequeños instantes de satisfacción, despreciar toda cotidianeidad, evitar el aburrimiento de volver a casa y encerrarse en distracciones domésticas. Ahí estaba yo en la esquina: una vez más esperando cazar la presa en este bosque de cemento dónde la comida se encuentra empaquetada en una góndola de supermercado. Un inadaptado. O como me dice la mayoría de la gente, un insatisfecho.

Los minutos pasaban. Cada tanto lo veía a Martín cruzar la ventana que daba a la calle con la que parecía ser la profesora del taller. En eso, veo que se sienta en una especie de escritorio. Agachó la cabeza y me dio la impresión que estaba dibujando. ‘Cagué’, pensé. ‘Este tarado no supo manejarlo y ahora es parte de la clase’. No supe qué hacer. Eran cerca de las doce ya, la cosa no podía extenderse mucho más. Esperé un rato más hasta que todos empezaron a ordenar, Martín conversó unos minutos con la profesora y la saludó con un beso en la mejilla. Fue el primero en salir. Cruzó la calle al trote y me dijo: ‘¡Vámonos ya de acá!’. Yo no entendía nada, miré una vez más el lugar: las luces de arriba se apagaban mientras el resto iba saliendo. Martín se puso tenso, me repitió que nos fuéramos, así que entregué mi curiosidad y nos pusimos a caminar por donde vinimos.

- ¡Forro! ¡Explicame qué pasa!
- Esperá que nos alejemos un poco que estoy muy nervioso. Fue muy raro.
- Al menos decime si la viste…

No quiso hablar. Miraba para atrás cada diez pasos. El raro, al final, siempre es él. Lo que pasó, según lo poco que pudo contarme y lo poco que le entendí, es que quedó colgado con la profesora. Una mina de unos treinta años, muy linda, sutil, culta, que rápidamente le mostró el taller y le presentó a la gente. Charlaron un rato acerca de lo que hacía y lo que buscaba. Se le voló el tiempo. Lo invitaron con una copa de vino. Supo que las clases suelen terminar más temprano pero que, a veces, sobre todo el jueves, se suelen extender de un modo más casual. Se sintió muy cómodo, cosa que no es fácil para él. La profesora lo sentó a dibujar y con pequeños gestos de acercamiento le hizo entrar en confianza, hubo algunas sonrisas y, aparentemente, le rozó el hombro levemente con la mano. Se me hizo un nudo en el estómago. Ardía. Temía que fuera mi chica con gafas y no podía decirle nada, era mi culpa. Si yo fui su víctima en la calle, le podía pasar a él o a cualquiera. Pero el dolor no era específicamente por eso sino porque ahora él sabía más de ella que yo. El tenía más contacto, estaba más cerca y yo, más lejos. Qué boludo… un cagón. No me la jugué. Todo el plan se iba por la borda de la mano del tipo que se quería ir a dormir. Aunque no todo era tan malo. El pibe estaba tenso, loco. Era genial verlo así. Nada que ver con lo de siempre. Se parecía a mí, pero desordenado.

- ¡Viste, te dije! No sé quién es esa mina, pero indistintamente de con quién te cruzaste, sos otro tipo. ¡¿Cómo carajo te sentís ahora, eh?!
- Quedate tranquilo que la profesora no es tu chica con gafas.
- ¿Cómo sabes?- le pregunté con una sonrisa de oreja a oreja.
- Porque me comentó que estuvo las últimas dos semanas afuera. Que llegó ayer de un viaje. Me parece que tu “novia” es una de las alumnas.
- ¿Por?
- Porque me presentó a todo el grupo y me dijo que faltaba alguien. Y te lo cito textual: “ahora ya conocés a todos, solo te falta Pilar, la rara del grupo. Hoy no pudo venir así que te perdiste el privilegio de conocerla”.
- ¿La más rara? ¿Y por qué creés que es ella?
- Porque hice la misma pregunta que vos y me señalaron una foto grupal que estaba en la pared… Y te imaginarás que a esta altura ya tengo una idea clara de las minas que te gustan.
- Increíble, muy buena noche…
- Igual te aclaro que vuelvo. El martes tengo mi próxima clase.
- ¿Queeeé?
- La mina me encanta y es una zarpada enseñando. Te dejo que
sigo derecho para casa.

Seguí caminando solo pero feliz. El misterio seguía pero ya tenía un nombre. Y encima tenía a mi mejor amigo de cómplice. Me perturbaba un poco creer que podía complicarle un poco la vida, pero por otro lado no había hecho nada con mala intención.

En fin, entré a casa con todas las ganas de soñar despierto hasta que se me cierren los ojos, pero cometí el error de encender la compu primero. Y ahí estaba, el sopapo más duro para recordarme que la vida no solo se compone de cuentos para irse a dormir…

15 comentarios:

La infante Cas E. dijo...

Ay taubas, te leo y te leo y... qué groso sos, Liebegeist!



Cariños

Anónimo dijo...

Al final, Andrés por calculador o por cobarde, la vio en pantalla gigante. Y Martín necesitó un empujoncito, si, pero resultó beneficiado.

Ese final es apocalíptico, me gusta!
L

Anónimo dijo...

Felicitaciones!Notable capítulo. Ahora bien, pensaba una cosa; faltaría más descripción de los personajes (y a modo de crítica constructiva,digo) como ser: altura, contextura, gustos, ondas, cualidades/defectos y, fundamentalmente, a quiénes se parecen.

Saludos
Eze

Anónimo dijo...

Que tarado este Andrés ,tenia todos los datos de La chica y no se mandó nunca y por boludo hizo que el otro flaco conozca a la mina y no solo eso ,la conoció y le gustó. Es una ficción muy vista en la realidad . . .


.aoJ

Anónimo dijo...

Quiero maaass!

cd dijo...

lo que mas me gusta es la idea que de que hombres que ya no tienen 20 hagan este tipo de cosas..me encanta.

Ale dijo...

Gracias por los comentarios y me sumo: Andrés es el conflicto de la historia. Y ojalá nunca estén de acuerdo con él.

Algunas respuestas particulares:

CD: Me apena pensar que este tipo de cosas se asocien solo con personas de 20 años.

Romi: Difícil responder cómo estoy, lo que si te puedo decir es que cuando estoy "acá", me siento bárbaro!!!

Eze: No soy el mejor descriptor, pero si te puedo decir que cada uno de los personajes resulta ser el "Avatar" de algunos humanos que caminamos por ahí.

CAS: Qué raro hablando español vos... Evidentemente la medicación está haciendo efecto! ;). Gracias, por la buena onda (aunque sea de vez en cuando).

Anónimo dijo...

Cd! Hay de esos hombres a los 20 y a los 100! (por suerte!!)

cd dijo...

buenisimo, me encanta. me gustaria cruzarmelos y estar soltera al mismo tiempo

Anónimo dijo...

Primero y antes que nada: Gracias. El drama Andrés-Florencia me tenía un poco cansada. Para amarga está la vida, y el mate.

Esta entrega es una bocanada de aire nuevo y si bien me quedo con las ganas de saber que pasó allá arriba, tengo la esperanza de que esa incógnita me será revelada. ¿Por qué no un capítulo solo para Martín?

Saludos rojos
In

Anónimo dijo...

seee....voto por un capitulo sobre "martin" , no se ha hablado casi nada de el en este blog.
besos gente linda! buen fin de semana

Anónimo dijo...

Me gusta lo que leo que le estás contestando a Ezequiel.


Yo soy Signory!


Wiiiiiiiiiiiiiiii

Cas dijo...

qué tarada, me olvide de firmar...
La de ahí arriba soy yo.




Qué salga el VI rápido!

Anónimo dijo...

Como sigueee esta historia????
I´m delighted!

Anónimo dijo...

Voy leyendo sin parar! Atrapante y sugerente
por ahora

D

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